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El significado de las palabras se altera de acuerdo a la tipografía en que están escritas.Captura de pantalla

Análisis estratégico | Times New Roman vs. Calibri: ¿tontería o tontería?

Times New Roman no es solo una fuente; es una postura política. Habla de ‘autoridad’, ‘tradición’, ‘seriedad’

Se cree que solo diseñadores gráficos y editores piensan en las tipografías y sus significados, pero no es así, en el país más poderoso del mundo, el secretrario de Estado ha decidido en qué letra deben leerse y escribirse todos los documentos de esa cartera. Ha prohibido Calibri y ordenado el regreso obligatorio de Times New Roman; no es una simple excentricidad. Él entiende la fuerza de los símbolos, no importa cuan grandes o pequeños sean.

En un mundo donde la política y la diplomacia se discuten en pantallas y correos electrónicos, un Estado decide volver a una tipografía con serifas nacida para el papel impreso, las columnas estrechas y la solemnidad; no es nostalgia: es mensaje. Times New Roman no es solo una fuente; es una postura política. Habla de ‘autoridad’, ‘tradición’, ‘seriedad’. Es el tono grave del poder que se siente incómodo con cualquier signo de ligereza o disidencia

Calibri, en cambio, carga el pecado de ser contemporánea. Sin serifas, más abierta, más legible en pantalla, menos ceremoniosa. Es la tipografía de PowerPoint, del email, del whatsapp. Y en algunos círculos políticos eso basta para convertirla en sospechosa, no se ve lo suficientemente solemne. Como si la modernidad misma implicase una agenda enemiga oculta.

¿Es Calibri woke?

¿Es Calibri woke? No. No tiene conciencia, no es militante, no marcha, no organiza plantones, no tiene sexo. Pero para algunos simboliza la orilla ideológica opuesta. Y en los conflictos polícos los símbolos importan más que los hechos. Calibri representa lo técnico, lo global, lo corporativo, lo que no necesita levantar la voz para existir y actuar con seriedad. Para algunos eso es eficiencia. Para otros falta de carácter o peor aún, decadencia.

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Obligar a usar Times New Roman es una forma de decir ‘volvemos al orden’. Es estética convertida en doctrina. No importa si en pantalla se lee peor o si fue diseñada para una época sin píxeles. Importa que se vea seria y solemne. Que huela a institución. Que recuerde que el Estado no está para agradar, sino para imponer respeto. Aunque nadie termine de leer el documento.

La ironía es que esta batalla se libra mientras la política real se consume en titulares, memes y frases cortas en el celular. Pero el gesto importa: es una declaración de intenciones. Como cambiar banderas, retratos o prohibir palabras, cambiar tipografías es marcar territorio.

La publicidad entendió hace décadas que las tipografías no son neutras. Las ‘serif’ hablan de tradición y autoridad; las ‘sans serif’ de cercanía y presente. Por eso las marcas jóvenes evitan Times New Roman como si fuera un desgastado traje heredado del abuelo, y las instituciones y marcas que temen perder gravedad se aferran a ella como a un ancla. No es diseño gráfico: es psicología del poder.

Times New Roman funciona bien en papel, regular en pantalla

En términos prácticos, la discusión es absurda. Times New Roman funciona bien en papel, regular en pantalla. Calibri nació para leerse en digital, rápido y sin esfuerzo. No hay ideología ahí, solo funcionalidad. Pero la política rara vez se mueve por la eficiencia; se mueve por símbolos que tranquilizan o agitan a su electorado.

Al final, la pregunta no es qué tipografía es mejor, sino qué inseguridad intenta tapar esta decisión. Cuando el poder empieza a desconfiar de un tipo de letra no está defendiendo la legibilidad. Está defendiendo una idea rígida de autoridad, una nostalgia por un tiempo en que el respeto venía impreso en tinta negra y nadie preguntaba demasiado.

El significado de las palabras se altera de acuerdo a la tipografía en que están escritas, es innegable. Y cuando un Estado elige Times New Roman, no está eligiendo solamente una fuente. Está subrayando -en negrita- su miedo a verse moderno. ¿Tontería o Tontería?

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