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Ronny Aleaga
Video: el exlegislador correísta tiene la prueba para demostrar que la fiscal estaba coludida con la mafia: dice que conspiraba con él.Captura de video

El correísmo sacrifica al Ruso

El prófugo Ronny Aleaga aparece desde la clandestinidad para golpear a la fiscal. Con supuestos chats pretende demostrar su colusión con la mafia

El primer efecto de la espectacular aparición en video de Ronny Aleaga el domingo por la noche fue el de un balazo en el pie: sí, vino a decir sin sonrojarse el exlegislador correísta: yo soy el Ruso de los chats del caso Metástasis. No es poco. El Ruso es quien coordinaba con el prófugo Xavier Jordán y el convicto Leandro Norero las acciones para silenciar a Fernando Villavicencio en la Asamblea; el que aprobó la estrategia para comprar por 50 mil dólares, aportados por Jordán, el habeas corpus simultáneo de Jorge Glas y Daniel Salcedo; el operador parlamentario de la mafia. Tanto negarlo, incluso por escrito (en un comunicado público del pasado enero), para terminar admitiéndolo en un repentino cambio de estrategia. Y luego pasar a la ofensiva y acusar a la fiscal, Diana Salazar, de estar coludida con la mafia. ¿Por qué? Porque conspira con él. Hombre de intelecto rudimentario, como ya daban a entender sus antecedentes laborales, Aleaga el Ruso cree que de esta manera demostrará su inocencia: por supuesto, está perdido.

Más de 1.500 chats de conversaciones con la fiscal (“regulares, personales e íntimas”) dice tener registradas Aleaga en la aplicación Confide (se entiende: un chat con más de 1.500 intercambios), que promete ir publicando poco a poco. ¿Por qué creerle? Porque se dio el trabajo, dice, de “respaldar, certificar y periciar” esos chats “con una agencia especializada en Estados Unidos”. En la pantalla aparecen papeles membretados de Digital Forensics Now, una firma privada de ciberseguridad con oficinas en Miami, Washington y Bogotá. ¿Eso es periciar? ¿Sin cadena de custodia? ¿Sin control por parte de un juez de garantías? Es obvio que no se trata aquí de demostrar la inocencia de Aleaga, pues las supuestas pruebas no tienen validez en tribunales, sino de desatar una campaña de desprestigio contra la fiscal. Quienes respaldan al Ruso en esta iniciativa (en el estilo visual y narrativo se adivina la marca de fábrica de la comunicación correísta) no buscan ayudarlo sino sacrificarlo en procura de un objetivo más importante. ¿Ya se dio cuenta?

Asambleísta. El correísta y latin king actuó, según los elementos de convicción de la Fiscalía, como el operador parlamentario de la mafia.

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¿Qué efectividad puede tener esta campaña? Eso dependerá de los chats y de la capacidad de Diana Salazar para desmentirlos o explicarlos. Por el momento, Aleaga cita uno del 2 de febrero (cuando él ya estaba huido del país y ella, a punto de vincularlo al caso Metástasis y pedir su prisión preventiva). El prófugo aduce “intimidad” y despacha inadvertidamente una fotografía de ella en un ambiente distendido, comiendo al parecer ceviche y tomando cerveza. El mensajero, claro, carece de credibilidad. Pero no se puede menospreciar la capacidad del correísmo de causar daño a través de la acción coordinada de sus trolls y sus medios de comunicación clonados, sus calumniadores profesionales y sus periodistas a sueldo. La respuesta casi inmediata de la fiscal fue comparar la estrategia de Aleaga con la campaña de difamación y desprestigio emprendida por Pablo Escobar Gaviria contra el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, a quien terminaría asesinando en 1984. Si se toma en serio lo que dice Aleaga, esto recién empieza.

Está claro que es una estrategia desesperada que incurre, por lo que respecta al Ruso, en un nuevo delito: difundir conversaciones privadas sin la autorización pertinente. Y que no disimula la podredumbre de sus métodos. ¿Cuáles son las fuentes de financiación de este prófugo que clama ser perseguido político? Tres meses lleva moviéndose por el extranjero, sin trabajo, escondido y sin trabajo. ¿De qué vive? Hasta tiene recursos para contratar una pericia con una firma norteamericana. Y no se trata de un examen forense cualquiera sino de un auténtico trabajo de espionaje, uno que implica “presenciar y certificar conversaciones en línea”, cosa que tampoco parece del todo legal. Con esta colección de desafueros dice Ronny Aleaga haberse dirigido, buscando justicia, “a los organismos de las Naciones Unidas y a la OEA”, que le brindarán la atención que se merece cualquier prófugo con orden de búsqueda y captura de Interpol. Y a 200 medios de comunicación internacionales que, a juzgar por la repercusión mundial de sus hallazgos, se lo están tomando muy en serio.

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