
La plaza de toros de Quito, entre el abandono y el debate
Aunque no hay un proyecto formal de demolición, el predio enfrenta un debate entre la recuperación y su carga simbólica
La emblemática Plaza de Toros de Quito, ubicada en el corazón de la parroquia Jipijapa, vive un momento de transición y debate. Desde que en 2011 se prohibieron las corridas de toros con muerte, su actividad principal cesó y el inmueble cayó en un limbo funcional porque ha sido utilizado ocasionalmente para conciertos y eventos, pero sin una programación estable.
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Sin embargo, lo que ocurre alrededor de este espacio va más allá del deterioro físico y abre una discusión profunda sobre el uso del suelo, la memoria urbana y los conflictos entre lo simbólico y funcional.
La Plaza de Toros es un predio privado y, como tal, no cuenta con protección patrimonial. Fue inaugurada en la década de 1960, y según la normativa vigente, solo las edificaciones construidas antes de 1941 pueden ser consideradas patrimoniales automáticamente. Cualquier declaración en ese sentido requeriría una validación expresa del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, lo cual no ha ocurrido, así lo explica el edil Bernardo Abad.
A pesar de los rumores recientes, no existe un proyecto de demolición en curso. Así lo aseguraron los concejales metropolitanos Bernardo Abad y Michael Aulestia, quienes consultaron con entidades municipales como el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) y el Ministerio de Cultura. “No hay ningún tipo de protección patrimonial, ni proyecto de intervención registrado en el Municipio”, explicó Aulestia.
Eso sí, los dueños del predio cuentan con una licencia de tipo LM20, que permite el derrocamiento, pero para hacerla efectiva deberán cumplir con todos los trámites ante la administración zonal correspondiente. Según Abad, “no hay ningún ingreso formal al Municipio para construir ni para demoler”.
Lo que sí está en firme es una ordenanza dentro del Plan de Uso y Gestión del Suelo (PUGS), aprobado en mayo de 2024, que busca incentivar la densificación urbana y evitar que la expansión de la ciudad siga desplazándose hacia los valles. “El sector de Jipijapa está abandonado, pero tiene todos los servicios básicos. El PUGS busca motivar a constructores a que apuesten por estos espacios urbanos ya consolidados”, apuntó Abad.
Malestar de vecinos
Para quienes viven en la parroquia Jipijapa, la Plaza de Toros dejó de ser un símbolo de encuentro. Hoy es, más bien, fuente de incomodidades. César Ubidia, presidente del Comité de Seguridad del sector, asegura que los eventos nocturnos han generado caos en la zona: ventas ambulantes, libadores, música a alto volumen y el uso de cerramientos de viviendas como baños públicos.
“La Plaza fue construida para eventos diurnos. Ahora se hacen conciertos que solo dejan basura, desorden y un entorno inseguro. Para nosotros sería un alivio que se vaya la Plaza de Toros”, afirma con contundencia. Según Ubidia, los vecinos respaldan que el espacio se renueve, aunque reconocen que, al ser privado, no es competencia directa del Municipio.

Durante los conciertos, la calle Juan de Ascaray se convierte en un corredor comercial informal y los moradores sienten que su calidad de vida se ve afectada por la falta de control.
El investigador Tomás Quevedo, de la Universidad Central del Ecuador, aporta una visión más profunda al debate. Para él, la Plaza de Toros ha sido históricamente un espacio de conflicto simbólico. “Para algunos, representa una identidad ligada a la herencia española. Para otros, es símbolo de barbarie, de una lucha desigual entre el hombre y el toro”, explica.
La consulta popular de 2011, que prohibió las corridas con muerte, demostró que ese símbolo no era compartido por toda la ciudadanía. Quevedo sostiene que existe una tendencia a idealizar ciertos espacios urbanos, pero que esa nostalgia puede ocultar su inoperancia actual. “La Tribuna de los Shyris, por ejemplo, fue polémica al ser intervenida, pero se transformó en un bulevar útil. Antes era un punto inseguro”, recuerda.
El investigador señala que muchas infraestructuras pierden sentido con el tiempo. “La modernización de la ciudad genera conflictos con la memoria, pero no se puede mantener lo obsoleto solo por nostalgia”, sostiene. En el caso de la Plaza de Toros, estima que actualmente solo se realizan unos cinco conciertos al año y que el sitio presenta serias deficiencias acústicas y de infraestructura.
“La ciudad cambia, las sociedades se transforman y hay elementos que inevitablemente quedan atrás. La idea de sustituir la Plaza por un proyecto inmobiliario es parte de esa transformación urbana, aunque genere resistencia”, concluye.
A pesar del desgaste, la Plaza de Toros aún no tiene un destino claro. No hay proyectos ingresados ni propuestas concretas. Lo que sí hay es un entorno preparado -según las autoridades- para recibir inversión inmobiliaria que dinamice el sector.
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