
La Fiesta de los Dulces deleita a Quito con sabor en el Museo de la Ciudad
La Fiesta de los Dulces endulza Quito con sabor, historia y tradición
El Museo de la Ciudad se llenó de aromas, colores y memorias dulces con una nueva edición de la Fiesta de los Dulces, una feria que, desde 1999, se ha convertido en uno de los eventos culturales más esperados del verano quiteño. Este año, la cita celebró sus 26 años de historia y tradición, congregando a más de 26 artesanos del dulce ecuatoriano entre el 31 de julio y el 3 de agosto, de 09:00 a 18:00.
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Durante cuatro días, los visitantes recorrieron los patios coloniales del emblemático museo del Centro Histórico para degustar, aprender y adquirir postres que forman parte del patrimonio culinario de Quito y del país. Cada stand representó un pedacito de memoria colectiva, donde el sabor fue la excusa perfecta para revalorizar los saberes ancestrales transmitidos entre generaciones.
Un festín para el paladar y el corazón
La variedad fue tan amplia como deliciosa: el rosero, canguil dulce, choco flan, pastel de tres leches, pristiños, higos con queso, quesadillas, colaciones, turrones, dulce de guayaba, entre muchas otras delicias que forman parte de la identidad gastronómica quiteña.
Angie, representante del emprendimiento familiar Dulce Bendición, recordó con emoción cómo su madre empezó con la venta de obleas en 1996. Desde entonces, su familia ha expandido su oferta con productos tradicionales, elaborados con recetas caseras. “Los turrones, las obleas con mermeladas artesanales y el dulce de guayaba han tenido una gran acogida”, comentó.
Otro de los emprendimientos presentes fue “Cositas para picar”, de Consuelo Ñacato, quien ofreció productos como los pastelitos de maduro y machica, y una joya del recetario tradicional: el rosero quiteño, bebida elaborada con mote, piña y babaco que requiere entre dos y tres días de preparación. “Esta feria no solo nos da la oportunidad de vender, sino de dar a conocer nuestra historia y esfuerzo”, dijo Ñacato.

Un evento que fortalece la identidad local
La Fiesta de los Dulces no es solo una feria gastronómica. Es también un espacio de encuentro intergeneracional y de revalorización del patrimonio inmaterial. Cada receta exhibida guarda en sí el relato de una familia, de una comunidad, de una forma de resistir el olvido y celebrar la diversidad.
Desde su primera edición, este evento ha logrado consolidarse como un ícono del verano quiteño. Su permanencia y crecimiento reflejan el interés ciudadano por reconectarse con lo auténtico, con los sabores de la infancia, con las manos que elaboran cada postre con dedicación y cariño.
Cada edición de la Fiesta de los Dulces recibe alrededor de 14.000 visitantes, y este año no fue la excepción. Largas filas se formaron para ingresar al Museo de la Ciudad, donde la entrada tuvo un costo simbólico de 0,50 centavos. El evento contó con la animación de un DJ que aportó un ambiente festivo y dinámico a la feria. Además, participaron emprendedores provenientes de otras ciudades, quienes ofrecieron una variada gama de dulces tradicionales representativos de sus regiones, enriqueciendo así la experiencia cultural y gastronómica del público.

Dulces con propósito
Más allá del disfrute, la Fiesta de los Dulces también impulsa el desarrollo de pequeños negocios y fomenta el turismo cultural en el Centro Histórico.
Para muchos asistentes, este evento representó una experiencia única para descubrir nuevas delicias o reencontrarse con aquellas que ya no son tan comunes en el día a día. Para los expositores, fue una vitrina para compartir su arte y conectar con una audiencia ávida de autenticidad.