
Inseguridad y transporte precario apagan la vida nocturna de Quito
La noche desaparece en Quito: miedo, abandono y calles vacías
A las nueve de la noche, caminar por la mayor parte del Centro Histórico, La Michelena o La Mariscal (norte) es como transitar por una ciudad dormida.
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¿Qué provoca este apagón urbano?
Los locales están cerrados, las plazas vacías, el transporte escasea y las luces que quedan encendidas apenas alcanzan a reducir el temor ciudadano. Quito se repliega al anochecer, la vida urbana se contrae y el espacio público pierde vitalidad.
¿Qué provoca este apagón urbano? Inseguridad, escasez de transporte, falta de oferta cultural y un modelo de ciudad que no ha sido pensado para funcionar más allá del horario laboral. El resultado es una ciudad que interrumpe su vida pública cada noche y restringe el derecho a habitarla después del atardecer.
Según el secretario de Cultura del Municipio de Quito, Jorge Cisneros, “hay poca actividad nocturna y eso pasa por varios temas: la pandemia, una depresión socioeconómica, miedo, falta de transporte”. Desde su perspectiva, el problema es estructural. “La salida nocturna (para muchos) es un concierto, una cena, una fiesta, y eso hoy se ha reducido”.
Si bien La Mariscal, Plaza Foch o la calle Michelena concentran la narrativa, el apagón nocturno se extiende por toda la ciudad. Quitumbe, La Gasca o Carcelén también muestran signos de repliegue. “No existe transporte después de las diez de la noche, y sin eso no hay cómo reactivar nada”, dice.
Existen, sin embargo, algunas iniciativas de actividad nocturna que han emergido en los últimos años, como la calle Whymper, zonas de La Floresta o el barrio Las Casas (norte). Se trata de iniciativas puntuales, impulsadas sobre todo por actores privados, que no alcanzan a configurar una red sólida de vida nocturna. El secretario reconoce que estos espacios aún no representan una dinámica sostenida, sino más bien excepciones dentro de una ciudad donde, en términos generales, la noche dejó de ser vibrante.
El Municipio trata de aportar con iniciativas de entretenimiento para la ciudadanía con eventos. Impulsa el Verano de las Artes, la Cultura y el Deporte, un programa con más de 200 actividades culturales entre junio y septiembre. La oferta cuenta con 67 espacios culturales que se activaron con propuestas nocturnas, incluidos recorridos por los museos. Sin embargo, su alcance aún es limitado. “Nuestras programaciones terminan a las nueve de la noche, por circulación de buses y por seguridad”, reconoce Cisneros. Su visión apunta a generar condiciones desde la administración, pero subraya que se necesita un esfuerzo multiinstitucional y más implicación del sector privado.
No todos lo ven igual. Álvaro Hernández, propietario del emblemático bar-restaurante Cats, que operó por 35 años en La Mariscal y se trasladó a Cumbayá, sostiene que “el deterioro de La Mariscal empezó mucho antes de la pandemia. Lo que sucede allí refleja lo que ha pasado en toda la ciudad: una mala gestión municipal”.

En sus mejores años, dice Hernández, “la Mariscal era donde pasaban cosas, donde la gente salía, donde la gente se divertía. Si buscabas algo que hacer en Quito, ibas a la Mariscal”. Pero el descontrol, la permisividad municipal y la falta de planificación terminaron por destruir ese ecosistema urbano.
“Se permitieron locales de mala índole. Allí se abrió la puerta al consumo de alcohol barato, drogas, violencia. No había baños públicos, no había vigilancia. Las calles se volvieron orinaderos”, lamenta.
Álvaro Hernández
Estas declaraciones contrastan con la visión municipal. Cisneros argumenta que “los efectos post pandemia” y el “estiramiento” de la ciudad explicarían el debilitamiento de sectores como La Mariscal o La Michelena. Algunos focos nocturnos tratan de activarse en el norte o en el sector de la plataforma gubernamental del sur, pero aún son excepciones. “Son lunares dentro del tejido urbano. No representan una dinámica sostenida. No es que la noche se ha redistribuido, sino que ha retrocedido”, admite el funcionario.
Otro testimonio que refuerza esta percepción es el de Víctor Holguín, referente del entretenimiento en Quito entre 1977 y 2010, con más de ocho locales de prestigio a su haber, conformando una industria de la distracción. “Actualmente la actividad nocturna está muy deteriorada. Básicamente lo que más ha influenciado esta situación es la inseguridad. Luego la parte económica”, resume.
Holguín recuerda con nostalgia la vitalidad de la Plaza Foch en sus primeros años y la efervescencia de sectores como La Michelena, hoy sin gente.
En su momento, en el centro cultural El Quinde, ubicado en la Plaza Foch, llegaron a recibir hasta 30.000 visitantes por fin de semana, en más de 13 locales en sus cuatro esquinas. Aquellos establecimientos eran parte de los 315 negocios de comida y bebida que estaban registrados en la zona. Hoy, ese paisaje urbano ha desaparecido.
A esto se suma el problema del transporte: la mayoría de los sistemas públicos dejan de operar antes de las 22:00, lo que limita las posibilidades de disfrutar la ciudad después del trabajo. “Si no tengo vehículo, ¿cómo regreso?”, plantea Cisneros. El metro y el parqueadero Cadisan, ubicado en la calle Mejía (centro) son excepciones, pero no suficientes para generar una red nocturna funcional.
¿Se recuperará la noche quiteña?

Otras ciudades latinoamericanas han dado pasos importantes en este aspecto. La capital colombiana lanzó en 2018 su plan “Bogotá Productiva 24 horas”, con circuitos culturales y más de 14.000 empleos generados. Buenos Aires mantiene plazas, cafés y ferias abiertas hasta la medianoche, mientras Montevideo organiza corredores culturales y ferias nocturnas.
Para recuperar la dinámica nocturna en la ciudad, la alcaldía apuesta por extender el calendario cultural y mejorar las condiciones para que el sector privado genere oferta. “Debemos romper el círculo vicioso: existe poca actividad porque hay poca gente, y hay poca gente porque hay poca actividad”, repite Cisneros.
Pero como señala Hernández, no basta con eventos puntuales. “Más fácil es prevenir que curar. El planeta se ha recuperado del COVID. Quito también puede. Pero necesita políticas sostenidas, transporte nocturno, incentivos económicos, seguridad efectiva y una visión de ciudad que no se apague con el sol”, recalca.
¿Se recuperará la noche quiteña? Es complicado pero no imposible. La experiencia de Bogotá, Buenos Aires o Montevideo demuestra que se puede lograr. Pero exige voluntad política, continuidad institucional, un compromiso firme con la seguridad y planificación urbana que entienda que la vida nocturna también es parte del derecho a la ciudad.
Lo urgente es devolverle a la ciudadanía la confianza para habitar el espacio público sin miedo. Así se retomarán las noches que se alargaban entre amigos y música hasta el amanecer, en las que Quito era, incluso en la oscuridad, una ciudad viva.