Nilima Gulrajani y John Hendra | Superar los obstáculos a la reforma de NN. UU.

En cuanto al propósito, el valor único del SNUD reside en su poder para promover y mantener normas acordadas a nivel mundial
En la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre, los participantes deberán enfrentar la creciente crisis de financiación para el desarrollo que afecta al sistema de la ONU. Hasta ahora, las respuestas se han centrado en recortes de costos y mejoras de eficiencia, pero una solución duradera exige una reflexión más profunda: ¿qué tipo de ONU necesita el mundo hoy y sus modelos de financiación son adecuados? Este año, la ONU enfrenta un déficit de 2.400 millones de dólares en cuotas al presupuesto ordinario y de 2.700 millones en contribuciones para el mantenimiento de la paz, debido a pagos retrasados o incumplidos por parte de los gobiernos. Además, si los fondos no se gastan antes de fin de año, deben devolverse a los estados miembro como créditos. A pesar de los planes de reducir el gasto en un 30% respecto a 2023, todo el sistema corre riesgo de insolvencia. Los recortes en la ayuda internacional afectan desproporcionadamente a los más vulnerables. La OCDE prevé una caída de entre 9% y 17% en la ayuda exterior en 2025, lo que agrava la situación. Aunque la magnitud de la crisis actual es inédita, los problemas subyacentes son antiguos. El presupuesto ordinario cubre solo una parte de las necesidades, y la ONU depende de financiación voluntaria ad hoc. El Sistema de las Naciones Unidas para el Desarrollo (SNUD), compuesto por 43 organismos, depende en un 93% de contribuciones voluntarias, que pueden desaparecer rápidamente. En 2023, la inversión en el SNUD cayó un 16%, casi 9.000 millones de dólares. Para enfrentar esta crisis, el secretario general António Guterres lanzó la Iniciativa ONU80, con tres líneas de trabajo: mejorar la eficiencia, revisar la implementación de mandatos y explorar cambios estructurales. Esta última tiene el mayor potencial transformador, pero exige evitar errores de reformas anteriores que no abordaron el propósito ni la financiación de fondo. El valor del SNUD radica en su capacidad para promover normas globales como la igualdad de género, la sostenibilidad y los derechos humanos. Su efectividad depende de competencias técnicas, credibilidad internacional y, sobre todo, de financiación amplia y previsible. Sin embargo, las contribuciones señaladas representan una fracción mínima de sus recursos. Como resultado, los organismos del SNUD aceptan fondos vinculados a proyectos específicos, lo que fragmenta esfuerzos y refleja los intereses de unos pocos donantes. Esto convierte a la ONU en contratista de sus financiadores, en lugar de asesor de confianza y promotor de agendas globales. El SNUD es más eficaz cuando puede orientar políticas estratégicamente. Por eso, dos Pactos de Financiación exigieron más fondos básicos y menos dependencia de contribuciones asignadas. A cambio, la ONU mejoró transparencia y eficiencia. En 2023, cumplió el 56% de sus objetivos, frente al 24% de los estados miembro. La ineficiencia que se le atribuye se debe, en parte, a prácticas de financiación de los propios gobiernos. Una solución sería revisar la fórmula de asignación fiscal entre estados miembro, ampliar fondos conjuntos, introducir mecanismos innovadores como reposiciones y gravámenes, y movilizar subvenciones para atraer inversión adicional. Al final, los países reciben la ONU que financian. Solo con un marco financiero robusto y consensuado, la ONU podrá ser un canal creíble para el desarrollo global.