Quito

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Los pasillos de los centros comerciales del ahorro se encontraban vacíos y sus locales cerrados. Vendedores sienten temor por la ola de inseguridad.Gustavo Guamán

Comercio del Centro Histórico, en la sombra de la inseguridad

Varios de los establecimientos no atendieron al público o sus puertas estaban medio abiertas. A través de chats advertían de nuevos saqueos

Las calles y locales comerciales del Centro Histórico de Quito amanecieron ayer miércoles 10 de enero en un silencio ‘ensordecedor’.

Las voces de los vendedores ambulantes, las ofertas de los comerciantes y el bullicio de los turistas habían desaparecido. En su lugar, solo se escuchaban los murmullos de las pocas personas que circulaban por la zona, a paso apresurado. Aún se sentía el ambiente de tensión.

La razón de este cambio tan drástico es la ola de violencia que se vivió en la capital y el país en general la tarde del martes 9 de enero. Ese día se registraron saqueos, atentados y los delincuentes aprovecharon para robar en la zona.

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Los vendedores del centro comercial de la Asociación Unión y Progreso llegaron a sus negocios a las 08:00 y se encontraron con las puertas cerradas y con un guardia de seguridad que, a través de una rejilla, les advertía que no podían ingresar, por disposiciones generales.

Giovanni Brito, presidente de la Asociación Unión y Progreso, aún consternado, explicó el temor que sintió junto a los demás comerciantes por los saqueos que se dieron en la tarde. Tuvieron que cerrar las puertas para protegerse.

“Intentaron poner una bomba en un centro comercial que está ubicado a pocas cuadras, se escucharon disparos de personas que estaban circulando en motos y eso causó el pánico”.

Estamos viviendo lo que se vivió en los años 80 en Colombia con los narcotraficantes y la situación de inseguridad. Pedimos a las autoridades que tomen medidas

Giovanni Brito, presidente de la Asociación Unión y Progreso

Esta situación ocasionó que los 400 locales de este centro cierren temporalmente, hasta que la situación se calmara.

“La asociación tiene 50 años y es la primera vez que se vive esta situación de violencia, es la primera vez que cerramos. Esperamos volver a la normalidad este jueves, pero pedimos que exista mayor control”, manifestó.

Otra comerciante, quien vende ropa, indicó que está pensando en cerrar su negocio hasta que la situación se normalice. “No puedo exponer a mis clientes a un peligro. No sé qué va a pasar”.

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Policías custodiaban los almacenes que están ubicados en el Centro Histórico y realizaron recorridos para mantener el orden.Gustavo Guamán

Esta situación fue similar en los centros comerciales del ahorro. Los pasillos estaban a oscuras y vacíos. Algunos propietarios acudieron al Centro Comercial Hermano Miguel para verificar que su mercadería esté intacta.

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Fernanda y su familia se encontraban en su local cuando comenzaron los saqueos. “No sabíamos qué hacer”, recordó. “Fue muy peligroso”.

Decidieron cerrar el local y salir de allí lo antes posible. Luego se dirigieron a otro establecimiento, donde trabaja su hija. Al llegar, Fernanda la encontró en estado de shock. “Mi hija no podía hablar”, dijo, “solo lloraba”.

La joven le contó a su madre que un desconocido armado la había amenazado. “Le dijo que se quedara quieta o atentaría contra su vida”, contó Fernanda. “No puedo creer que haya pasado esto. Mi hija está muy afectada”.

Este ambiente de miedo y tristeza se sintió a lo largo del Centro Histórico, que amaneció con fuerte resguardo policial. Los uniformados recorrían las calles en grupos, ante la mirada atemorizada de comerciantes y transeúntes.

El miedo a un nuevo repunte de violencia impactó en el comercio de esta zona. Los alrededores de la Plaza Grande estuvieron protegidos con vallas de seguridad, para impedir el paso de cualquier persona hasta el Palacio de Carondelet.

Hoy sentimos temor de abrir nuestro local después del miedo que sentimos por los saqueos, pero si no vendemos no tenemos ingresos, es el sustento diario.

Ruth Chango, comerciante del Centro Histórico

Los pocos turistas tomaban fotografías a través de las estructuras de metal que impedían el paso a la Catedral.

Unos 700 militares y alrededor de 400 policías resguardan la zona. También se evidenció este panorama en la avenida Amazonas y en los alrededores de los centros comerciales.

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