
Voluntarios elevan un salón en El Triunfo
Con ello, esta parroquia de Patate quiere imponerse en el mapa del turismo. Decenas de colaboradores levantan el proyecto
La parroquia El Triunfo, rodeada por la ‘mama Tungurahua’, es uno de los rincones más apartados del cantón Patate. Aunque es la más lejana de la jurisdicción, cuenta con dos vías de ingreso: una por Baños de Agua Santa y otra por el propio centro de Patate.
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Desde hace tres meses, este tranquilo poblado se ha convertido en punto de encuentro de decenas de personas que llegan desde diversas provincias e incluso desde otros países.
Algunos permanecen solo unas horas, otros han alquilado viviendas para quedarse varios días. Todos tienen un propósito común: levantar un nuevo salón de reuniones mediante trabajo voluntario.
A 2.500 metros de altura, entre montañas y ríos cristalinos, los habitantes de esta parroquia se dedican principalmente a la agricultura. Cada semana producen unas dos toneladas de mora, que se venden al Oriente y otras partes del país.
La migración posterior a la pandemia del coronavirus redujo su población: de los 2.500 habitantes que había antes de 2020, hoy quedan alrededor de 1.900. Por eso, la llegada constante de voluntarios representa un respiro económico y emocional para la comunidad.
“Nunca imaginamos que vendría tanta gente, y de tantas partes. Este proyecto nos ha puesto en el mapa. Antes nos confundían con El Triunfo de la Costa, pero ahora ya saben que aquí también hay turismo, naturaleza y seguridad. Este trabajo ha unido a todos”, comenta Gustavo Morales, presidente del Gobierno Parroquial.
Los visitantes son Testigos de Jehová que participan en la construcción de un nuevo Salón del Reino en la parroquia. Nicolás Coutavas, portavoz, explica que en Ecuador se han ejecutado 498 proyectos de construcción o remodelación desde 2023.
“En el mundo existen más de 63 mil lugares de reunión y en el país unos 600. Todos se edifican con trabajo voluntario y recursos donados”, señala.
El nuevo edificio tendrá capacidad para 72 personas
La obra en El Triunfo está a punto de culminar. El nuevo edificio tendrá capacidad para 72 personas, con sistema de audio y video adaptado a la zona rural, pero más allá del resultado material, el verdadero valor está en la unión de quienes participan.
Cada mañana, antes de iniciar la jornada, los encargados imparten charlas de seguridad. Los voluntarios —algunos sin experiencia en albañilería— usan casco, guantes, gafas y calzado especial. Aprenden, colaboran y se cuidan mutuamente.
“Nadie nos paga, pero todos nos sentimos recompensados. Es una experiencia que cambia la forma de ver el trabajo y la solidaridad”, comenta Evelyn Valencia, quien apoya en la cocina preparando los alimentos para los voluntarios.
Entre los que acuden está la familia Estrella, de Ambato. Desde agosto planificaron sus viajes cada fin de semana para ser parte del proyecto.
“Nos levantamos a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo”, cuenta Cristina, la madre. “Es cansado, pero ver a mis hijos trabajar junto a personas que no conocemos y que vienen desde lejos, lo vale todo”.
El padre, Ismael Estrella, tiene experiencia en construcción, pero sus hijos Valentina y Nicolás no. Aun así, se han adaptado rápido. Ahora saben usar palas, mezclar cemento y nivelar el terreno. “Hemos aprendido cosas nuevas y también a valorar lo que se logra cuando hay unión”, comenta Valentina.
Marco Morales, técnico en electrónica, asiste con su hija Karina. “Ella aprende rápido y se siente motivada. Ver cómo todos cooperan sin esperar nada a cambio nos enseña mucho”, afirma Marco.
En la obra, quienes no se involucran directamente en la construcción apoyan en la cocina, los aperitivos o la limpieza. La idea es que todos participen según sus habilidades y disponibilidad, recalca el portavoz.
El proyecto se levanta en la zona alta, desde donde se puede observar todo el paisaje andino que rodea a la parroquia. A pesar del clima, la obra ya alcanza el 90% de avance.
Cada área cuenta con señalización, análisis de riesgo y materiales de calidad. “Todo se hace siguiendo normas internacionales de seguridad”, explica Coutavas. “La planificación, la capacitación continua y la prevención son esenciales. Cada persona sabe lo que debe hacer y cómo hacerlo de forma segura”.
El presidente parroquial reconoce que esta metodología ha sido inspiradora: “En nuestras obras locales no solemos ver tanto orden ni disciplina. Ellos están dejando una enseñanza valiosa para todos”.
Impacto comunitario
Mientras los voluntarios levantan paredes, en las calles de El Triunfo los pequeños negocios sienten el efecto. Las tiendas venden más, se alquilan habitaciones e incluso hasta el transporte local tiene más usuarios. La obra ha generado movimiento y esperanza. “Cuando termine el proyecto, esperamos que muchos de ellos regresen”, recalcó Gustavo Morales.
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