Piedras Blancas temblor sismo terremoto Esmeraldas may 25 LCH
Los habitantes de Piedras Viejas salvan lo poco que pueden de sus casas. Se turnan para cuidar sus viviendas.LUIS CHEME

Sismo en Esmeraldas: Piedras Viejas es el rincón invisible del fuerte temblor

Familias resisten entre escombros y albergues, esperando ser escuchadas por las autoridades

Las calles de Piedras Viejas, en el recinto Las Piedras, parroquia Tachina, cantón Esmeraldas, ya no son las mismas. No por el polvo, ni por las grietas en el suelo, ni siquiera por los escombros que se amontonan en los patios. Lo que realmente ha cambiado es el alma de este lugar: una comunidad que resiste, que llora, que se siente olvidada mientras camina entre los restos de sus vidas.

Fue el pasado 25 de abril, a las 6:44 de la mañana, cuando la tierra tembló con furia. Un sismo de magnitud 6 sacudió Esmeraldas, pero en Piedras Viejas, donde las cámaras no llegaron, donde los drones no sobrevolaron, el daño fue profundo y sigue siendo invisible a los ojos de un país que aún no los mira.

Luis Peralta recuerda bien ese instante. Estaba en su casa con su familia, a punto de salir a trabajar, cuando la tierra empezó a rugir. “Estábamos desayunando… y comenzó eso”, dice, aún con la voz temblorosa. “Salimos corriendo, las paredes casi nos caen encima. Agarramos a los niños y solo corrimos”.

Piedras Blancas temblor sismo terremoto casas Esmeraldas may 25 LCH
Habitantes de Piedras Blancas luchan por recuperar lo poco que quedó de sus viviendas tras el intenso sismo.LUIS CHEME

Cinco años llevaba Luis construyendo su casa. Ladrillo a ladrillo, con esfuerzo, como todos en el barrio. “Fue con sudor que hicimos nuestra casita… y ahora, ¿qué nos queda?”, pregunta sin esperar respuesta, rodeado de lo que fue su hogar y ahora es un esqueleto agrietado.

Su familia, como muchas otras, se refugia en las aulas de la Unidad Educativa Teodoro Morán Valverde. Allí se improvisó un albergue que, aunque no tiene comodidades, al menos ofrece seguridad frente a la amenaza constante de réplicas.

Habitantes de Piedras Viejas se resisten a abandonar su tierra

Elvira Cortez mira su casa desde la calle, como se observa una tumba. En una de las paredes está una “X” roja, marcada por los técnicos municipales: inhabitable, peligrosa, condenada. “No quedó un solo rincón sano”, dice mientras intenta rescatar lo poco que le queda útil: un pasamano, un anaquel, los restos de un balcón.

Contrató a un maestro de obra para desmontar las partes que aún sirven. No lo hace con esperanza, sino con resignación. “Esto hay que demolerlo… no hay de otra”, murmura. Su casa ya no es su casa. Es un recuerdo torcido, un peligro latente. Pero ahí está ella, todos los días, custodiando lo que queda.

Como ella, muchos en Piedras Viejas no pueden -o no quieren- irse del todo. Van al albergue por las noches, pero regresan cada mañana, no por terquedad, sino por miedo a perder lo poco que les queda: una cama rota, una cocina agrietada, la memoria del esfuerzo.

Adriana Cabezas, una joven lideresa de la comunidad, recorre las aulas con un cuaderno en la mano. Está levantando un censo. “Queremos saber cuántos estamos aquí: mujeres, niños, adultos mayores… para que nos ayuden, para que no nos olviden”, dice.

¿Cuál es la población de Piedras Verdes?La mayoría de los habitantes son trabajadores informales, agricultores, pescadores y obreros.

Hasta el momento, 62 personas están albergadas formalmente, pertenecientes a 21 familias afectadas, según consta en el último reporte de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos. Pero muchas más deambulan entre casas colapsadas o duermen en patios, cobijados por el miedo. “Al principio, dormían en cualquier parte, porque no había espacio. Hoy hemos habilitado más aulas, con más camas, para que nadie se quede fuera”, cuenta Adriana. Mientras habla, anota nombres y edades, calcula espacios, gestiona colchones. En su voz hay determinación, pero también un dejo de cansancio.

Ayuda que piden a las autoridades aún no llega

Una de las aulas funciona como dormitorio colectivo: camas, colchones, algunas sábanas prestadas, niños jugando con palos y tapitas sin entender del todo la tragedia. Las paredes, antes decoradas con dibujos escolares, hoy están cubiertas por listas, cronogramas, solicitudes. Es la nueva realidad de quienes lo perdieron todo. “Las autoridades tienen que ayudarnos. Esto no se puede quedar así”, repite Adriana. Hay rabia en su voz, pero también clamor.

Roberto Quiñónez

La cocada, un dulce heredado que no olvida su tradición

Leer más

Hasta ahora, la ayuda ha llegado a cuentagotas: algunos kits de alimentos, una visita técnica, promesas de evaluación. Pero Piedras Viejas sigue esperando. La gente se siente invisible.

A pesar de la tragedia, hay algo que no se ha derrumbado: la solidaridad. Se cuidan entre todos. Comparten lo poco. Se turnan para cuidar lo que quedó en sus casas. Cocinan juntos. Se consuelan.

Piedras Viejas resiste, aunque el país no la vea. Aunque sus casas estén marcadas con cruces rojas, su espíritu sigue en pie. Y mientras llega la ayuda, seguirán allí, sentados frente a lo que fue su hogar, vigilando lo que queda de sus sueños.

Para seguir leyendo más contenido de EXPRESO, suscríbete aquí