salinas de guaranda
Bolívar. Las minas de sal fueron la principal fuente de sustento.YADIRA ILLESCAS

Salinas de Guaranda se refuerza con el turismo de producción

En las montañas de Bolívar, una comunidad cambió su destino sin esperar subsidios ni decretos Hoy, factura millones 

Salinas de Guaranda, en la provincia de Bolívar, es hoy un modelo de economía solidaria y desarrollo comunitario. Su turismo también tiene sello propio: aquí los visitantes no llegan solo por las montañas o las cascadas, sino para conocer cómo un pueblo andino transformó la pobreza en prosperidad.

El llamado turismo de producción permite a los viajeros recorrer fábricas de queso, talleres de lana o plantas de chocolate, y ver de cerca los procesos. Solo después llega el turismo de naturaleza: caminatas por los páramos, visitas a miradores y cascadas.

Hace más de medio siglo, esta parroquia decidió organizarse para salir adelante sin esperar subsidios ni decretos. Exporta más de 200 productos gracias al esfuerzo de sus habitantes y a un modelo solidario que inspira a todo el país. Un ejemplo de desarrollo hecho en Ecuador.

En los años setenta, cuando la vida en Salinas se medía por la cantidad de sal extraída para el patrón, nadie imaginaba que esas montañas frías de Bolívar se convertirían algún día en símbolo de trabajo y progreso.

A 3.500 metros sobre el nivel del mar, este rincón andino -donde reinaban la pobreza, la desnutrición infantil y la esclavitud hacendataria- levantó con mingas y esfuerzo propio lo que hoy es una comunidad próspera.

Un punto clave fue la llegada de Antonio Polo

Su historia cambió con la llegada del misionero italiano Antonio Polo, enviado por el obispo Cándido Rada junto a voluntarios de la Operación Mato Grosso. Caminó cuatro horas desde Simiátug para levantar una casa comunal, sin saber que allí nacería una revolución pacífica. “Cuando llegué, no traje libertad: la encontré en ellos”, recuerda Polo.

Esa casa fue el punto de partida de un cambio profundo. La iglesia dejó de ser solo templo y se convirtió en taller, escuela y centro de decisiones. Las mingas se multiplicaron: abrieron caminos, construyeron la red de agua potable y levantaron las primeras fábricas.

Tradición. Dolores Toalombo, riega la chacra (tierra), de esta manera se crea una fina lámina de sal.

Una mujer de 90 años aún extrae la sal de las minas en Salinas de Guaranda

Leer más

“El apoyo internacional y estatal llegó después; el impulso fue local. Durante los primeros 15 años trabajamos sin recursos, solo con la fuerza de la comunidad”, cuenta Polo. No todo fue éxito, pero los fracasos se convirtieron en lecciones.

Hoy, la parroquia factura alrededor de $13 millones al año y es el mayor contribuyente de Bolívar. Solo en quesos genera $4 millones; en confitería, $1,5 millones; y en cacao, cerca de $2 millones.

salinas
BOLIVAR. El turismo en Salinas se interesa por conocer el modelo de gestión y ventas. YADIRA ILLESCAS

Mientras que, el turismo de producción es una de las mayores fortalezas de Salinas. Los visitantes observan cómo se elaboran los productos y participan en el proceso. Luego disfrutan de su entorno natural: montañas, cascadas y miradores.

“La pobreza no se combate con subsidios, sino transformando lo que producimos y trabajando juntos. Si el campesino vende solo la materia prima, siempre será pobre”, reflexiona el misionero Polo.

Por eso, el cacao que llega de otras provincias se convierte en chocolate en Salinas; y la leche de 33 comunidades se transforma en quesos gourmet, más de 17 variedades que viajan hasta Europa.

En Salinas no hay mansiones, pero sí bienestar. Sus 5.800 habitantes viven de un sistema cooperativo que combina disciplina, fe y solidaridad. Exportan hongos, cacao, turrones, quesos y tejidos a Europa y Estados Unidos.

A sus 58 años de sacerdocio, Antonio Polo conserva la serenidad que lo caracteriza. Rechazó una estatua en su honor y pidió que esos recursos se destinen a un albergue para adultos mayores.

“Los monumentos deben estar en el corazón de la gente y en la mente de Dios”, dice con voz cansada, pero firme.

Y resume su legado en tres frases que repite cada semana:

“¡A la minga! ¡A la misa! ¡Y a la reunión!” Porque en Salinas, la fe y el trabajo siguen caminando juntos.

Si quieres seguir leyendo contenido de calidad, no olvides suscribirte aquí