Referencia. La Hilandería de Salinas llegó a ser la fábrica más grande de la provincia de Bolívar en su momento, con 60 personas que laboraban en tres turnos, las 24 horas y los 7 días de la semana.
Referencia. La Hilandería de Salinas llegó a ser la fábrica más grande de la provincia de Bolívar en su momento, con 60 personas que laboraban en tres turnos, las 24 horas y los 7 días de la semana.Archivo

Salinas procesa la fibra de alpaca y de borrego

La hilandería pertenece a la comunidad. Se la fundó en 1987.

Jorge Punina cada seis meses trasquila sus ovejas para recoger la lana y llevarla a vender en la fábrica. De sus 30 corderos puede sacar unas 60 libras de fibra natural por la que consigue recursos extras para llevar al hogar.

Este mismo proceso lo realizan decenas de productores de las provincias de las zonas centro del país, como Pichincha y Cañar, quienes son los principales proveedores de la fábrica de lana que existe en Salinas, una parroquia rural de Guaranda (provincia de Bolívar).

Luz Castro, trabajadora de la fábrica, manifiesta que esta empezó hace 39 años, y las madejas que se procesaban solo era para distribuirlas entre las tejedoras artesanales de Salinas y Guaranda.

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Con el tiempo, a más de la lana del borrego, empezaron a procesar la de la llama, el cual era el mamífero que más se criaba en las áreas rurales de Tungurahua, Cañar y Chimborazo, asegura Castro.

La lana de alpaca es la más solicitada, en especial para los artesanos de Otavalo (provincia de Imbabura), que es adonde se va el 80 %, mientras el otro 20 % se distribuye para la localidad y el resto del país.

En la fábrica de lana se procesan 1.200 libras de la fibra natural cada mes. Quienes laboran allí son habitantes de la parroquia Salinas, entre hombres y mujeres.

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La planta de hilandería y tienda de comercialización está a unos cinco minutos del centro de la parroquia, ubicada a 3.500 metros sobre el nivel del mar.

El padre Antonio Polo, sacerdote salesiano italiano, también fue el impulsor de este proyecto, quien no quiso completar toda la cadena textilera.

En la comunidad local existía una agrupación de mujeres tejedoras y como ellas tenían que adquirir la materia prima de otras ciudades se decidió aprovechar los recursos locales y fue como surgió la planta procesadora de la fibra de los ovinos.

En la planta se labora desde las 04:00 hasta las 18:00. Antes en la hilandería laboraban alrededor de 40 personas, pero se disminuyó el personal por las situaciones económicas en el mercado. Se recuperan poco a poco y espera volver a contratar a más mano de obra local.

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Para Luz Castro, el trabajo que realizan es de extremo cuidado, ya que deben clasificar con mucha dedicación y esmero la materia prima para una buena calidad del producto. Ella explica que se pueden tardar hasta tres días desde el proceso de selección hasta obtener los hilos.

Cuando llega la lana de ovejas y alpaca desde los campos rurales se la trata de manera metódica. Primero es el lavado, sigue el secado y después pasa al proceso de menuzado (dividir en partes menuda la fibra).

De ahí va al maquinado que es donde se consolida como si la estuvieran planchando. Al terminar este proceso, pasa a la hiladora, luego a una máquina madejadora. Todo finaliza con la fase del tinturado. Ofrecen una amplia gama de ovillos de matices diferentes, lo que permite que los artesanos elaboren prendas con mejores diseños y calidad.

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Alexandra Durán es una de las artesanas que trabaja en la textilera local y asegura que ha aprendido a identificar entre la calidad de la lana de borrego y de la de alpaca. Asegura que prefiere la del animal más grande porque es más suave.

“Las prendas las vendemos en Estados Unidos e, incluso, en países de Europa y de Asia. Lo bueno es que no debemos ir a otras ciudades para adquirir la materia prima, ya que la fábrica nos provee y estamos entre sus prioridades”, sostienes Durán.