
Salasaka celebró la Fiesta de los Capitanes
Teligote arrancó octubre con su colorida procesión a caballo. El evento homenajea a los antiguos soldados de la comunidad
El sonido de los tambores y clarinetes anuncia que la fiesta comenzó. Los caballos desfilan entre el polvo del camino, enarbolando banderas que ondean con fuerza, mientras la comunidad acompaña con rezos, danzas y música. Es el Raymi de los Capitanes, una celebración ancestral de Salasaka que llena de color y fe las calles del Teligote, en Pelileo, los primeros días de octubre.
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El Capitán, el Paje, el ángel y la Loja son figuras centrales en esta manifestación. Cada uno carga un rol simbólico: el Capitán, autoridad y líder; el Paje, guardián y apoyo; y la Loja, que une lo festivo con lo sagrado. Ellos no solo guían la procesión, sino que mantienen vivo el legado de los mayores.
La Fiesta de los Capitanes hunde sus raíces en la memoria oral. Su origen se asocia al homenaje a antiguos capitanes y soldados de la parcialidad salasaka, quienes en tiempos de lucha fueron protectores de esta comunidad de la provincia de Tungurahua.
Con el paso de los siglos, este homenaje se fusionó con la fe católica, en particular con la devoción a San Antonio de Padua en octubre y a San Benito en diciembre, dando lugar a una celebración intercultural donde lo ancestral dialoga con lo religioso.
En la actualidad, el Geoparque Mundial de la UNESCO Volcán Tungurahua reconoce esta festividad como parte de las expresiones culturales que otorgan identidad al territorio. Para los salasakas, no se trata de un simple festejo, sino de un espacio de reafirmación comunitaria, de transmisión de saberes y de resistencia cultural.
El recorrido hacia el Teligote
En la edición 2025, el rol de capitán lo asumió Nicolás Masaquiza; el Paje Freddy Masaquiza y el ángel fue Cristian Jerez. Desde la Casa del capitán se organiza el recorrido hacia el Teligote, donde la procesión se convierte en un espectáculo de caballería, música y tradición.
Cada detalle importa: las banderas bordadas, los sombreros adornados, las monturas de los caballos y los cantos que se entonan. La comunidad se reúne para compartir alimentos, bebidas y música de banda. El convite no es solo un acto de generosidad, sino también un símbolo de reciprocidad, un principio fundamental en la cosmovisión andina.
Durante tres días, la fiesta transforma a Salasaka. La caballería sube por las calles de la parroquia con una energía que contagia; las familias se congregan para compartir.
La tradición, aunque abierta a visitantes, conserva un carácter íntimo: es el corazón del pueblo el que late en cada paso de los caballos y en cada nota de la banda.
El Raymi de los Capitanes guarda en silencio el homenaje a los ancestros que defendieron estas tierras. En ese cruce de memoria y devoción, el pueblo salasaka reafirma que su identidad vive en cada gesto, en cada bandera, en cada cabalgata.
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