Megaparques Cuenca
En el parque de La Luz las pasarelas están destruidas y en algunos sitios hay huecos.Claudia Pazán

Megaparques, sin un futuro claro para su mantenimiento

Entre 2018 y 2019 se inauguraron cuatro espacios. La inversión superó los 13 millones de dólares

El deterioro es evidente en los megaparques de Cuenca. Pasarelas rotas, maderas podridas, óxido y grafitis son algunos de los problemas que presentan tres obras que fueron inauguradas entre 2018 y 2019 como parte del proyecto Cinturón Verde. Los megaparques son lugares que en su momento fueron puntos de encuentro y reunión familiar; sin embargo, seis años más tarde el olvido —principalmente de las autoridades municipales— les juega en contra para su conservación. Se trata de los parques La Luz, La Libertad, Icto Cruz y Tarqui-Guzho, cuya construcción tuvo una inversión de 13’445.988 dólares.

EXPRESO recorrió algunos de estos lugares y evidenció el estado en el que se encuentran. Dos de los parques se llevan la peor parte (La Luz e Icto Cruz), mientras que los otros dos —tal vez por su cercanía con centros poblados— se mantienen en condiciones aceptables.

El megaparque de La Luz, con una extensión de 9,5 hectáreas, está ubicado en el cerro Yanacauri, al norte de Cuenca. Este lugar cuenta con una infraestructura imponente de pasarelas de madera y una escultura gigante donde radicaba su atractivo como uno de los miradores privilegiados de la ciudad. Desde ese punto se pueden observar lugares distantes como los cerros Guagualzhumi, Icto Cruz, Turi, Monjas, Cabogana, Pachamama y Cojitambo.

Miguel Calle, de 85 años, recorre solitario este parque todas las mañanas. Recuerda que en los primeros años de la inauguración el lugar atraía a muchos visitantes; sin embargo, con el paso de los años son horas y días específicos los que se llenan. “Las primeras horas de la mañana y los fines de semana es cuando más gente hay. El resto del día pasa solitario”, comentó.

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Otro parque de Cuenca se ve lleno de grafitis.Claudia Pazán

Para el hombre, habitante de la zona desde hace más de 20 años, hace falta que las autoridades repongan la infraestructura del parque, dado que sus pisos de madera están destruidos. Además, la vigilancia de guardias es una deficiencia. “Hay parejas que se meten entre la zona de los árboles para hacer actos impropios”, relató.

Otro espacio que fue visitado es el parque Tarqui-Guzho (ubicado en el sur de Cuenca, con una extensión de 8,8 hectáreas) que, si bien tiene un mantenimiento más visible, presenta espacios en el olvido como puentes y juegos infantiles que registran deterioro. Las áreas de BBQ y los juegos didácticos son los que se mantienen en buenas condiciones. También se recorrió el parque Icto Cruz, localizado en la parroquia Turi y cuya extensión es de 56 hectáreas. Los problemas de este lugar son la falta de una vía adecuada para su acceso y el mobiliario destruido, como las mesas del área de BBQ y sus miradores.

Pero más allá del evidente deterioro de estos lugares, el problema radica en la subutilización que tienen; así lo determina el exalcalde Marcelo Cabrera, quien inauguró estos parques como parte del proyecto marco Cinturón Verde. Según la exautoridad, “el proyecto promovía el desarrollo sostenible de Cuenca, generando transformaciones urbanas y sociales”, y fue estructurado en torno a varios ejes estratégicos: áreas verdes, movilidad sostenible, espacios públicos de calidad, edificios verdes, reciclaje, liderazgo ambiental y energía inteligente. Para Cabrera, mucha de la infraestructura no está explotada al máximo. Por ejemplo, explicó que Icto Cruz fue concebido para la práctica de deportes extremos por su topografía montañosa; en el Tarqui-Guzho no se ha logrado rehabilitar el atractivo de canopy; y los espacios de La Libertad se han convertido en oficinas municipales.

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En tanto, para el académico y máster en Proyectos Urbanos, Sebastián Vanegas, un parque solo funciona cuando se logra equilibrar dos dimensiones inseparables: lo social y lo ecológico. “Las grandes áreas verdes precisan tener una relación cultural con la ciudad”, afirma, señalando que esa relación solo se consolida cuando permite usos cotidianos y eventos, sin poner en riesgo la biodiversidad que alberga. Sostiene que el problema central no es únicamente la falta de mantenimiento, sino la ausencia de una visión a largo plazo. “Cuando se hicieron los megaparques, la pregunta era cuál era la perspectiva socioecológica. ¿Qué va a pasar con el tiempo?”, cuestiona.

En su criterio, la clave está en ampliar la vida social de estos espacios con actividades culturales, recreativas y ambientales. “Un parque no es parque por tener dos o tres juegos (…) es porque permite lo lúdico, los eventos culturales, la conciencia ambiental; todo eso simultáneamente”, explica. Aun así, insiste en que los megaparques representan un enorme acierto como reserva de suelo para áreas verdes, especialmente en una ciudad que necesita equilibrar su crecimiento urbano. “Son una gran decisión, pero todavía necesitan desarrollar otras lógicas para darles más vida”.

Para conocer la visión, el impulso y el cuidado que tendrán estos espacios, se solicitó una entrevista con funcionarios de la Empresa de Aseo de Cuenca (EMAC EP) —encargada de los parques y áreas verdes—; sin embargo, no se obtuvo una respuesta hasta el cierre de este reporte.

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