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Mario Torres, presidente del barrio Jardín de la Colina, muestra el muro de botellas que simboliza creatividad y uniónYadira Illescas

Jardín de la Colina, donde la solidaridad resiste al olvido

Vecinos de este barrio de Ambato levantaron parques y murales comunitarios. Han resistido por años al abandono municipal

Jardín de la Colina, en la ciudadela Simón Bolívar, al sur de Ambato, es una urbanización conformada por más de 60 familias que, durante años, se ha destacado por su trabajo comunitario y compromiso ambiental.

Sin embargo, esa fuerza vecinal contrasta con la falta de atención municipal y la inseguridad creciente que hoy enfrenta el sector.

Uno de los mayores logros del barrio es el muro construido con botellas plásticas recicladas, levantado hace cinco años con apoyo del Municipio y de la Fundación Dream Planet.

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Polvo y huecos afean calle de La Tarazana, en el sur de Ambato

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El muro de botellas que simboliza creatividad y unión

Con 85 kilogramos de plástico reutilizado, la estructura no solo cumple una función ecológica, sino también simbólica: representa la unión y creatividad de una comunidad que decidió transformar residuos en un espacio de encuentro, según coinciden sus residentes.

Los murales que lo adornan cuentan historias sobre la conservación ambiental, mientras alrededor florecen áreas verdes, bancas y un parque infantil con máquinas de ejercicios.

“Queríamos que los niños y adultos tuvieran espacios seguros y bonitos. Durante años hemos trabajado en comunidad. Trabajamos por nosotros, como vecindario, como familia”, precisó a EXPRESO Mario Torres, presidente del barrio.

Esa calma se quebró la noche del lunes 13 de octubre, cuando un ciudadano ajeno a la urbanización fue asesinado a tiros en una de las bancas del parque infantil. El hecho, que los vecinos identifican como un presunto sicariato, dejó una sensación de miedo e impotencia en una comunidad que hasta entonces se sentía segura.

El ataque expuso otra fragilidad: las alarmas comunitarias instaladas hace dos años no funcionaron. “Intentamos activarlas, pero no respondieron. Nos sentimos indefensos”, contó María Cristina Ortiz, residente del lugar.

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TUNGURAHUA. MARIO TORRES JUNTO CON TECNICOS DE COMSECA REVISAN LAS ALARMAS COMUNITARIAS. AG-EXTERNOYADIRA ILLESCAS
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El vecindario de Ambato que hizo de la unión su respuesta

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Solo al día siguiente, técnicos del Consejo de Seguridad Ciudadana (Comseca) acudieron a reparar el sistema. Tras las pruebas, confirmaron que las sirenas ya están nuevamente operativas.

“Fue un llamado de atención. Ahora sabemos que debemos estar más organizados si queremos protegernos”, añadió Torres.

Pese a patrullajes, la presencia policial sigue limitada

Pese a su cercanía con el mercado Simón Bolívar y con una Unidad de Policía Comunitaria, los vecinos aseguran que los patrullajes son esporádicos. “Hemos pedido más presencia policial, pero nos dicen que no hay suficiente personal porque muchos efectivos están desplazados para controlar el paro en otras provincias”, lamentó Torres.

El coronel Roberto Gavilánez, jefe del Distrito de Policía Ambato-Sur, reconoció la limitación de recursos, aunque insistió en la importancia de la participación vecinal. “Estamos promoviendo el uso de botones de pánico y fortaleciendo la unión barrial para que puedan alertar y reaccionar ante emergencias”, señaló.

Aun así, los residentes consideran que la seguridad no puede ni debe depender únicamente de la autogestión ciudadana. “Hacemos lo que podemos, pero necesitamos presencia real del Estado”, agregó Ortiz.

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Los vecinos aseguran que el sistema de alcantarillado presenta colapsos y hundimientos frecuentes que deterioran las calles.Yadira Illescas

Problemas estructurales: calles y alcantarillado deteriorados

La inseguridad no es el único problema que enfrentan. Las aceras y bordillos no han sido renovados en más de cinco décadas y muestran huecos, desniveles y filtraciones que complican el tránsito peatonal.

El sistema de alcantarillado, además, presenta colapsos y hundimientos frecuentes que deterioran las calles y aumentan el riesgo sanitario.

“Vivimos aquí desde hace más de cuarenta años. Nos conocemos entre todos y trabajamos juntos, pero hay obras que ya no pueden esperar”, reclama Ortiz.

Mientras esperan respuestas, los habitantes de Jardín de la Colina refuerzan la seguridad cuidándose entre ellos. A pesar del abandono institucional, el barrio mantiene su espíritu de cooperación.

“La clave es no rendirse, estar atentos y proteger lo que hemos construido”, concluyó Torres, con la esperanza de que las autoridades finalmente también hagan su parte.

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