Los guardianes del sabor andino en las zonas altas de Tungurahua

La papa, un cultivo con raíces de historia y  tradición de los pueblos indígenas

A más de 3.200 metros de altura, donde el frío moldea la vida y la neblina envuelve los campos, la papa nativa sigue latiendo en la memoria de los pueblos indígenas.

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En Pilahuín, los agricultores han asumido el rol de guardianes del sabor andino, rescatando las semillas ancestrales de Yana Shungo y Punka Shungo, variedades de papa de corazón negro y rojo que sus abuelos cultivaban con devoción.

Crisanto Quilligana, de la comunidad de Lindero, se inclina sobre la tierra húmeda y recoge con sus manos una papa de piel morada. “Mi abuelo decía que la papa tiene espíritu, que hay que pedirle permiso a la Pachamama para cosecharla”, recuerda. Ese respeto por la naturaleza y el conocimiento heredado de generaciones está en la esencia de Agropapa, la asociación que lucha por recuperar y revalorizar estas semillas nativas.

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Un cultivo con raíces de historia 

Para los pueblos andinos, la papa no es solo alimento: es historia, resistencia y conexión con los ancestros. Durante siglos, la diversidad de papas nativas fue la base de la alimentación en las comunidades indígenas, pero la introducción de variedades comerciales y el avance de plagas amenazaron con borrar su legado.

Hace dos años, 75 productores de Agropapa decidieron desafiar el olvido y comenzaron un proceso de recuperación de las semillas originarias. Con técnicas agroecológicas y sin el uso de químicos, lograron que la tierra volviera a dar frutos como lo hacía en tiempos antiguos. “El suelo necesita descansar y recibir el riego natural. Así lo hacían nuestros mayores, y nosotros seguimos su enseñanza”, explica Luis Montesdeoca, coordinador de la asociación.

Cada hectárea sembrada requiere una inversión de 4.000 dólares y hasta 120 jornales por ciclo. La cosecha mensual alcanza los 100 quintales, asegurando un abastecimiento constante tanto para su consumo como para la transformación en un producto con valor agregado.

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El trabajo en Agropapa se fundamenta en los principios del Ayni y la minga, valores de reciprocidad y trabajo comunitario que han sostenido a los pueblos indígenas a lo largo de la historia.

Fue bajo esta lógica que en 2022 construyeron una pequeña fábrica en Montalvo, Ambato, donde las papas nativas se convierten en YapuChips, chips de papa que llevan en su esencia la tradición andina. “Desde la cosecha hasta el empaque, todo lo hacemos en familia. Es un trabajo de todos”, cuenta María Punina, una de las productoras.

Cada mes, Agropapa produce 2.500 fundas de YapuChips en presentaciones de 40 y 100 gramos, que ya se comercializan en Tungurahua, Chimborazo, Azuay y Pichincha. Pero el sueño no se detiene en Ecuador.

En 2024, YapuChips cruzó las fronteras gracias al apoyo de la comunidad migrante, llegando a tiendas en Estados Unidos. Ahora, los agricultores buscan abrir mercado en Dubái, un destino donde la calidad y la autenticidad son altamente valoradas.

Paulina López, encargada de relaciones comerciales de Agropapa, revela que ya han enviado muestras a empresarios en Dubái y están en negociaciones para concretar exportaciones en 2025. “Nos emociona saber que nuestra papa, la que cultivamos con tanto esfuerzo, puede estar en mesas de otros continentes”, comenta.

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Para las comunidades indígenas de Tungurahua, sembrar papa nativa no es solo un acto agrícola, sino un ritual de reencuentro con la Pachamama. Cada ciclo de cultivo revive cantos, saberes y prácticas que se han transmitido oralmente por generaciones. En Pilahuín, Quisapincha y Chibuleo, las mujeres aún seleccionan las semillas bajo la luna llena y los abuelos enseñan a los jóvenes a ‘leer’ la tierra.

El impacto de Agropapa trasciende lo económico. Este proyecto ha revitalizado la economía local, involucrando a más de 300 familias en la cadena productiva y fortaleciendo la identidad de los pueblos indígenas. 

Crisanto Quilligana lo resume con orgullo: “Al recuperar la papa nativa, estamos trayendo de vuelta el conocimiento de nuestros abuelos. No solo cultivamos la tierra, cultivamos nuestra historia”. La recuperación de estas papas no solo garantiza la soberanía alimentaria, sino que fortalece la memoria colectiva.

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