Ilustración Orgullo gay
Durante demasiado tiempo, salvo excepciones, quienes se reconocían con otras preferencias sexuales tuvieron que mantenerse ocultos, incluso con vergüenza.Ilustración Teddy Cabrera

El orgullo gay

El Palacio de Gobierno con las luces del arcoíris dijo sí y no solo eso, ese mismo lunes se anunció oficialmente la creación de la Subsecretaría de Diversidades

Invito a Diane Rodríguez a un café en el Bombón’s de Los Ceibos, un poco antes de que empezaran los programas conmemorativos a la semana del Orgullo Gay. Llega seria y puntual, armada con una laptop donde tiene el registro de los últimos crímenes cometidos contra mujeres trans, hombres gais y otros que conforman las comunidades LGBTI en Ecuador.

- “Sin justicia no hay orgullo”- me dice, mostrándome el listado de muertes de sus compañeros, que ha podido levantar en los últimos años. La información es incompleta, porque las autoridades, asegura, tienen otras prioridades y las familias de las víctimas normalmente prefieren olvidar.

En el informe -Runa Sipiy- de la Asociación Silueta X, que dirige Diane Rodríguez, solo el crimen de odio cometido en mayo de 2020 por un conscripto en Arenillas, provincia de El Oro, contra un homosexual de 22 años, parece encaminado a encontrar justicia. En julio próximo está prevista la audiencia para dictar sentencia. Los demás casos no existen, asegura y por eso en su lucha por defender los derechos humanos de los colectivos LGBTI, hace primar el reclamo a las celebraciones; las demandas al orgullo.

¿Por qué orgullo? Le pregunto. Y me responde que durante demasiado tiempo, salvo excepciones, quienes se reconocían con otras preferencias sexuales tuvieron que mantenerse ocultos, incluso con vergüenza. Hasta que dieron el gran paso y manifestaron orgullo de reconocerse, unirse, ser fuertes y luchar por no ser discriminados. Como ocurrió en el mundo, pasó en Ecuador, cuya legislación hasta 1997 consideraba a la homosexualidad como un delito, castigado con prisión. Ocurrió 7 años después de que la Organización Mundial de la Salud, en 1990, eliminara del listado de enfermedades a la homosexualidad.

Aun con sus demandas y reclamaciones, Diane Rodríguez y un grupo de manifestantes de los grupos GLBTI izaron la bandera de todos los colores la mañana del 28 de junio, en una esquina de la llamada casa del Arcoíris en el sector colonial-céntrico de Guayaquil. Hubo aplausos y vítores y un recordatorio de los hitos que han alcanzado en Ecuador: La primera unión de hecho en 2008 reconocida legalmente en 2014; la ley que permitió cambiar sexo por género en el Registro Civil en 2016, y la aprobación del matrimonio civil igualitario en 2019, tras el fallo favorable de la Corte Constitucional.

Apenas cayó la noche del mismo 28 de junio, Día Internacional del Orgullo Gay, el Palacio de Carondelet se iluminó con los colores del arcoíris, lo que pareció una respuesta a la inquietud que nos acompañaba a muchos desde la campaña electoral. ¿Podría Guillermo Lasso, como presidente, respetar y acompañar las luchas de los grupos LGBTI, aun teniendo una clara convicción religiosa, que lo ubica en el ala más conservadora de la Iglesia católica? El Palacio de Gobierno con las luces del arcoíris dijo sí y no solo eso, ese mismo lunes se anunció oficialmente la creación de la Subsecretaría de Diversidades, dentro de la Secretaría de Derechos Humanos. Su tarea es inmensa. Respeto, educación, verdad y justicia.

Las cifras que maneja la Policía dicen que en lo que va del año 2021 hay 6 asesinatos contra mujeres trans y hombres gais no resueltos. En 2020 fueron 15; en 2019, 16.

Diane me escribe un par de días atrás: Hay otro crimen, apunta, -ahora mataron a la Guaraca-. 8 disparos segaron la vida de Carlos Patricio Guaraca, en Durán. Un seguimiento a la investigación de este crimen, quizá sea el punto de partida de la nueva Subsecretaría de Diversidades. Aunque su mandato no es precisamente policial, el seguimiento de ciertos casos le corresponde. Tiene mucho por hacer la nueva entidad gubernamental, como el resto del país, como los ciudadanos. Todos llamados a respetar las diferencias. Eso es más que tolerar. No más condescendencia, sino aceptación, respeto, consideración. Eso será motivo de orgullo.