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Ilustración para la columna Tania
Más allá del dolor, hay enorme preocupación porque esta muerte, como tantas otras que involucran a gais y lesbianas, quede en el olvidoIlustración Miguel Rodríguez

"Nos están matando”

La voz de un desconocido me ha narrado la muerte –por una supuesta caída- de un joven venezolano gay, y la sospecha de que ha sido asesinado por su pareja,

Ayúdenos, nos están matando". Al otro lado del teléfono una voz ronca me habla en tono de súplica, y desconcertada solo alcanzo a responder: -¿quién es?, ¿con quién estoy hablando?- La voz me dice que no lo conozco; que no importa si es Pedro o Juan, Jéssica o Marián...

Es la noche del domingo cuando la llamada rompe la tranquilidad de mi casa en medio de los platos que aún me quedan por lavar en la cocina. La voz de un desconocido me ha narrado la muerte –por una supuesta caída- de un joven venezolano gay, y la sospecha de que ha sido asesinado por su pareja, en medio de un incidente de violencia. Más allá del dolor, hay enorme preocupación porque esta muerte, como tantas otras que involucran a gais y lesbianas, quede también en el olvido.

Si la policía no se alcanza para investigar crímenes que se vuelven mediáticos, no es difícil imaginar lo que ocurre con las muertes de ciudadanos comunes y corrientes, y más aún cuando pertenecen al colectivo denominado GLBTIQ+, todavía sin alcanzar la aceptación que merecen dentro de la sociedad ecuatoriana.

Un par de días después, de esta llamada dolorosa e inquietante, Diane Rodríguez, de la Asociación Silueta X, me envía el último reporte del denominado informe Runa Sipiy: 11 asesinatos, transfemicidios, en lo que va del año 2021. Todos sin resolver.

La mayor dificultad de las fuerzas del orden es el silencio de los familiares y amigos de las víctimas, para quienes la vergüenza puede más que la justicia. Un miembro de la Policía Judicial me cuenta los detalles de una investigación frustrada. –La mamá del mismo chico, me cerró la puerta en la cara- me dice, recordando que le pidió entre gritos que desaparezca, que no vuelva, que ya bastante tuvo que sufrir tras ver a su “Rafael” (nombre cambiado a propósito) intentar ser “Rafaela”. Que sus hermanos tenían asco, que hasta el cura de la zona sugirió enviarlo a una clínica especial. Debo suponer que se refería a esos centros de “deshomosexualización” que aún existen, pese a ser ilegales. Como si la homosexualidad fuese una enfermedad.

El pasado miércoles 18 de agosto, en un centro clandestino de belleza, murió Anahí A. como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Se había sometido a un procedimiento artesanal para aumentar volumen en sus pechos, colocándose biopolímeros. Durante la intervención se le tocó una arteria del corazón y colapsó. Anahí estaba próxima a cumplir 25 años. El Centro Psico Trans de Quito, de la Asociación Silueta X, en su boletín, no refería ningún inicio de investigación formal por esta muerte. ¿Una más sin resolver?

En el “Gobierno del Encuentro”, el pasado 28 de junio, se creó una nueva Secretaría de Diversidades, con el propósito de crear un acuerdo de medidas administrativas, que garanticen los derechos de la comunidad GLBTIQ+. La nueva entidad está adscrita a la Secretaría de Derechos Humanos y tiene como máxima autoridad a Felipe Ochoa. Estamos próximos a que se cumplan 100 días del nuevo régimen, se va acercando la hora de pedir, al menos, alguna explicación.

Aunque no hay una data oficial de lesbianas, gais, transexuales o más, todos sabemos que son parte de nosotros. Que tienen los mismos derechos y obligaciones que los demás ciudadanos. Que no es posible permitir que sigan siendo tratados como ecuatorianos de segunda clase, solo por sus preferencias sexuales. Desafortunadamente la realidad es otra y tan grave que nos gritan: “Nos están matando” y no hemos sido capaces aún de responder como corresponde.