Columnas

Con indiferencia y sin piedad

No es posible que esa sea la tónica de nuestras prisiones. Lugares de espanto donde la vida no vale nada

Dibujo para columna de Tania Tinoco
Más de 150 muertes violentas en las cárceles ecuatorianas en lo que va del 2021.Ilustración Teddy Cabrera

"Locura es hacer las mismas cosas una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. La cita es atribuida al genio Albert Einstein y aunque intenta describir al espíritu de la innovación, pareciera el mejor consejo al Gobierno del Encuentro, para enfrentar de verdad la crisis carcelaria tan lacerante.

La matanza del pasado martes en la Penitenciaría del Litoral era como la crónica de una muerte anunciada. Solo que no se trató de una muerte: hasta las 0 horas del miércoles 29 de septiembre oficialmente se contabilizaban más de 100 reos fallecidos y otros 52 heridos. A falta de razones creíbles, se intentó justificar esta violencia mortal con la repetida frase de -enfrentamiento entre bandas por el control de la prisión-. Pero definitivamente hay mucho más que eso.

Apenas 2 meses atrás el nuevo Gobierno había designado al coronel Fausto Cobo como titular del Servicio Nacional de Atención Integral a Privados de libertad, SNAI. Un día antes de la nueva matanza, Cobo pasó a ser director del Centro de Inteligencia, y dejó en su lugar a quien se desempeñaba como director de la Cárcel de Latacunga. ¡Qué bienvenida tan sangrienta le dieron en la Penitenciaría del Litoral a la nueva autoridad, el coronel Bolívar Garzón! ¿Eso tendría algún significado? Difícil saberlo, pues definitivamente se desconocen los códigos que manejan casa adentro los ‘duros’ de las prisiones, esos jefes de bandas delictivas que ordenan delitos desde la cárcel más grande y poblada del país.

No podía esperarse un resultado distinto en la gestión de Fausto Cobo si se aplicó prácticamente la misma receta que en las administraciones anteriores: Declaración de Emergencia, participación de fuerzas militares para el control, requisas regulares y fondos limitados para mejorar la infraestructura del sistema penitenciario.

Los anuncios adicionales en su gestión no se cumplieron o se cumplieron a medias: No hubo traslado de presos de alta peligrosidad a La Roca, por ejemplo. Tampoco el esperado plan para repatriar a reos de otras nacionalidades. Ni qué decir de la salida de prisión de sentenciados por delitos menores para bajar la sobrepoblación carcelaria... El decreto presidencial que podía hacer viable la actuación de un directorio, que en teoría existe, no llegó a concretarse. No conozco el plan del nuevo titular del SNAI para las prisiones, pero definitivamente el Gobierno no debe y no puede dejarlo solo, sin elevar a política de Estado, un sistema penitenciario que favorezca una verdadera rehabilitación, garantizando la vida y derechos humanos de los privados de libertad.

Aquella noche del martes me parecía imposible conciliar el sueño con las imágenes del motín en la Penitenciaría. No eran los cadáveres cubiertos con mantas los que me impedían dormir, sino la súplica de un reo con el cañón de una pistola en su sien y un cable alrededor de su cuello: -que no me maten para dar un mensaje, que yo no hice nada, que tengo una hija que me necesita- Nadie sabe qué pasó con él. No logré que me digan si pudo sobrevivir. Apenas se le veían los ojos y se escuchaba su voz… Me preguntaba si tenía sentencia o si era uno más de los reos sin condena.

No es posible que esa sea la tónica de nuestras prisiones. Lugares de espanto donde la vida no vale nada. Más de 150 muertes violentas en las cárceles ecuatorianas en lo que va del 2021. 150 razones para enfrentar la crisis de otra manera. Como diría Einstein, no podemos esperar resultados distintos si hacemos lo mismo. Si tratamos el problema carcelario con indiferencia y sin piedad.