Rosa Torres Gorostiza | La grave crisis y el circulante
Si el dinero sucio es hoy el motor del consumo, mañana será también el motor del poder
En Ecuador vivimos una paradoja que se repite cada diciembre, pero que este año se hace más evidente: mientras las cifras oficiales hablan de crisis, desempleo y recesión, las calles cuentan otra historia. Los centros comerciales están llenos, los restaurantes no tienen mesas disponibles, los supermercados parecen una romería y en los locales de ropa y zapatos se ven compras en efectivo como si la economía estuviera en su mejor momento. ¿Cómo se explica este contraste?
La sensación ciudadana es clara: algo no cuadra. La clase media formal siente el peso de la crisis, el sector público enfrenta retrasos salariales e incertidumbre, y las empresas que cumplen con impuestos y regulaciones luchan por sobrevivir. Sin embargo, en paralelo, hay un flujo de dinero que se mueve con soltura y que no parece afectado por recesiones ni restricciones crediticias. Un dinero que no viene del trabajo estable ni de la producción, sino que emerge en efectivo, inmediato, disponible.
Es inevitable preguntarse si las economías criminales -narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción- están financiando las navidades del país. No es una teoría descabellada: los organismos internacionales ya han advertido que las actividades ilícitas se han infiltrado profundamente en la economía ecuatoriana, distorsionando precios, elevando consumos y generando una burbuja que enmascara la verdadera situación del país.
El problema no es que la gente compre, celebre o busque darse un respiro en un año marcado por la violencia y la incertidumbre. El problema es que la bonanza visible no corresponde a la realidad productiva del Ecuador. Y si la prosperidad aparente se sustenta en dinero ilícito, entonces no estamos ante una recuperación económica, sino ante una peligrosa normalización del financiamiento criminal como sustento del consumo.
Quizás la crisis no se sienta en los barrios donde la economía informal -y a veces ilegal- circula sin obstáculos. Lo que está en juego no es solo la economía, sino la salud moral y estructural del país. Porque si el dinero sucio es hoy el motor del consumo, mañana será también el motor del poder.
Ecuador parece festejar una Navidad con luces brillantes, pero con sombras demasiado largas. Y tarde o temprano esas sombras pasarán factura.