Guerra avisada

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Mañana tenemos un rebrote o llega el COVID-20 y ¿para qué habrán servido las ordenanzas?

Con sus flamantes competencias de emergencia y su novel autoridad, apoyados en los más coloridos consejos, los alcaldes del país promulgan ordenanzas al salir de la crisis. Restricciones en el uso del espacio público, con mascarillas y distancias, sobre transporte y movilidad, sobre la reactivación de tal o cual actividad. Como con juguete nuevo, autoridades de corte muy variado realizan sus mejores interpretaciones del llamado que la historia les ha hecho. Nadie sabe si es un avance o un retroceso en urbanidad; nadie sabe si es un salto al futuro o al abismo desconocido. Y así se cocina una balcanización regulatoria sin precedente. 

Cierto es que el COE Nacional abrió esta puerta al condicionar el manejo de semáforos a normas sobre uso de mascarillas y distanciamiento, que ha sido interpretado diligentemente como una invitación a abundar en restricciones sin beneficio de inventario. Ese es el único tipo de abundancia que podemos esperar los ecuatorianos: regulatoria.

Ningún municipio quiere perder la competencia del más prudente, como tampoco hay ningún municipio que haya pensado aprovechar las ínfulas regulatorias para proyectar al futuro las enseñanzas de esta crisis.

...Así se cocina una balcanización regulatoria sin precedente’. 

De las ordenanzas que he leído, ninguna establece sus condiciones de transición de semáforos. Esa ponderación la quieren mantener los alcaldes bajo su arbitrio. Ninguna pretende dotar a los cantones de planes de recuperación que brinden certeza: criterios y condiciones públicos y previsibles para anticipar cierres y aperturas paulatinas, desprovistas de caos, que no colapsen todo. 

Ninguna describe las condiciones para dar de baja las exigencias y burocracia nueva. Tal vez una o dos por ahí agregaron un incentivo, pero nadie ha pensado establecer un modelo de resiliencia sanitaria. 

Mañana tenemos un rebrote o llega el COVID-20 y ¿para qué habrán servido las ordenanzas? Solamente nos volveremos a encerrar y que se pare la economía de nuevo. Las ordenanzas debían servir para que aplique el dicho de “guerra avisada no mata gente”, pero no. Los responsables ya se conocen.