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Valores ‘à la mode’

Avatar del Inés Manzano

"...se trata de que reflexionemos en esa coherencia entre lo que somos, quiénes decimos que somos, a dónde queremos ir y qué estela queremos dejar en este mundo".

No es un tema del aún proyecto de ley del Código de Salud, que espera el veto presidencial.

No es un problema del proyecto del Código de la Niñez, aún en la Asamblea.

No es un problema del laicismo, de la Iglesia católica, judíos, evangelistas, musulmanes, de la derecha, izquierda, o centro.

Es un problema más profundo, es el de valores, su comprensión, reflexión y ser.

¿Qué somos? ¿Quiénes somos? ¿A donde vamos? ¿Por qué? ¿Cuál es nuestro legado?

La individualidad del ser. Y ese ser se construye con el pensamiento y con la acción, con la coherencia.

Proyectamos a la sociedad la abundancia y la carencia en nuestro corazón; construyendo una familia, una empresa, unas políticas públicas, administrando justicia, relaciones y aporte en el trabajo. Y desde cada espacio irradiamos lo que somos.

Cuando veo una madre embarazada, me conmueve, quisiera que su pareja, padres, compañeros de trabajo, conciudadanos, políticos la traten como la creadora que es, perfecta. Pero hay empresarios que despiden, políticos que roban el dinero para ampliar su cobertura de salud, familia que se indigna, compañeros de trabajo que esperan falle. ¿Qué transmitimos? Que esa concepción no debería existir. Sutilmente la vida no la respetan.

Cuando llega la Navidad, fiesta religiosa cristiana pero que todos en el mundo la celebran, exultamos amor, solidaridad, ser mejores. Pero hay empresas que prohíben un canto de villancico, hacer una novena, y omiten decir “Feliz Navidad” sino “Felices Fiestas”, por cobardía. Pensemos, ¿qué transmite esa empresa hacia sus empleados? Que hay que esconder nuestra esencia, nuestro amor, nuestra creencia. Se ha puesto a pensar que la empresa ‘per se’ es una entelequia jurídica, y que las personas la hacen real.

Cuando sale una nueva norma como el Código de Salud, tenemos que explicarlo por su ambigüedad; rogar al presidente que se acuerde de su Plan Toda Una Vida; apelar a la vicepresidenta en sus valores; otros aseguran que la Corte Constitucional dirimirá mejor; y ahí en la mitad de todo vemos al bebé no nacido, al niño, a los padres y a los médicos, arrebatados de individualidad, de derechos esenciales como la vida y objeción de conciencia, olvidándose que en 1924 por primera vez, en la Declaratoria de Ginebra sobre los Derechos del Niño, se establece que “el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”, que luego fue adoptada en la Declaración Universal de Derechos Humanos, otros pactos internacionales y en nuestra misma Constitución.

Podría seguir. Pero se trata de que reflexionemos en esa coherencia entre lo que somos, quiénes decimos que somos, a dónde queremos ir y qué estela queremos dejar en este mundo. ¿Cómo ayudar a que reconozcamos nuestros valores por nuestra cuenta? Pues serán los que van a ponerse a prueba, no solo en la adversidad, sino en el ejercicio del poder; que la ley y normas que regulan la sociedad provienen de nosotros mismos. Si estamos podridos por dentro, influenciados por la moda ajena a nuestras costumbres y pensamiento, tal cual el cuento del Rey Midas, todo lo que toquemos se convertirá en inútil, frío, vacío...