Florencio Compte Guerrero | El patrimonio en riesgo

No solo el patrimonio material sino también ambiental. Para ejemplo del último, hay que ver la destrucción de nuestro entorno
Nuevamente saltó la alarma sobre el patrimonio arquitectónico de Guayaquil a través de un reportaje de este diario sobre el antiguo Anfiteatro Anatómico Julián Coronel. La respuesta del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural fue ordenar la “limpieza, desbroce y retiro de escombros”, tal como se publicó en sus redes oficiales. ¿Son suficientes estas acciones? La respuesta es, no. Son necesarias, pero totalmente insuficientes. Hubiera sido alentador conocer que se presentaría un plan coordinado entre el Ministerio de Patrimonio, la Municipalidad de Guayaquil y la Universidad de Guayaquil para la rehabilitación del edificio para un nuevo uso, tal como a través de esta misma columna se sugirió hace unos años: la creación de un Museo de Anatomía o de Historia de la Medicina en Guayaquil.
Lamentablemente, lo que sucede con este edificio es un ejemplo de cómo se ha considerado y manejado el patrimonio de Guayaquil (si es que ha habido algún tipo de manejo suficiente y sostenido en el tiempo), no solo el patrimonio material sino también el ambiental. Para ejemplo de este último, hay que ver la constante destrucción de nuestro entorno: los cerros que van desapareciendo, los cauces de agua que se van cerrando, los árboles que siguen muriendo, etc.
Más allá de la interminable pugna sobre las competencias patrimoniales entre las institucionales nacionales y locales, históricamente se ha evidenciado un desinterés y desconocimiento sobre lo que se debe preservar y el porqué hacerlo.
Es duro afirmar lo siguiente: no solo han sido las catástrofes naturales las que fueron destruyendo el legado material de nuestro pasado sino que, principalmente, ha habido una intencionalidad en acabar con el patrimonio arquitectónico de Guayaquil y de no conservar lo poco que ha ido quedando bajo la premisa de que modernizar implica hacer ‘tabula rasa’ de la historia, aun cuando eso signifique hacer desaparecer los referentes de nuestra identidad.
Tanto el Ministerio de Cultura como la Municipalidad deben pronunciarse sobre este tema, antes de que no quede nada por preservar.