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Fausto Ortiz: Proyección

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Mientras el déficit fiscal se mueva a zonas más sostenibles (3% o 4 % del PIB) el medio de pago en bonos no debería asustarnos.

Hoy no se trata de proyectar cuál será el tamaño del déficit fiscal, la necesidad de financiamiento o el crecimiento económico. Hoy le pido ayuda a Freud y me voy al campo de la psicología, con las disculpas del caso a los psicólogos. En estos días nos ha tocado escuchar muchos análisis sobre la importancia que sea aprobado el incremento en el IVA por parte de los asambleístas y nos ha tocado también escuchar las creativas y hasta jocosas alternativas que han salido de quienes no tienen iniciativa tributaria, pero que en un país tropical como el nuestro es de lo más normal que ocurra. ¿Cuánto generan en un año tres puntos de IVA incremental? Dicen los expertos del Ministerio que $ 1.300 millones. ¿Soluciona? Claramente no, pero sí ayuda a avanzar en la ruta correcta para acceder a financiamiento que nos permita comprar tiempo mientras se van planteando alternativas del lado de gastos y por supuesto del lado de la eliminación de los subsidios de combustibles, en especial extra y si se sigue en pie, el diésel, aunque sea focalizado.

Nos han expuesto también los escenarios que tendríamos que afrontar si no pasa la reforma de incremento de IVA. Arrancaría con un problema en la cesación de pagos que podría dar paso a emisiones de bonos de deuda interna que serían usados como medio de pago y luego a ecuadólares, que al final nos terminará sacando de la dolarización.

Si hay déficit, se financia, sea con deuda externa o interna. El que compra bonos de deuda externa sabe que la probabilidad de cobro no es, ni de lejos, cercana al 100 % y por eso es preferible que los compren inversionistas que saben cómo moverse en ese mundo. La deuda interna en cambio es comprada ‘a la fuerza’ por la orden del gran jefe. A veces le ordena al Seguro Social, a veces al Banco Central, que aunque ya la ley le prohíbe comprar, nos las ingeniamos para obligarlo a no cobrarla en su vencimiento, sino cuando al gran jefe le dé la regalada gana. Si un municipio no recibe sus asignaciones presupuestarias, tiene la opción de recibir el pago en bonos para que a su vez, obligatoriamente, lo reciba un banco público por la deuda que mantenga, o entregarlo en pago a un proveedor que acumula atrasos, para quien es preferible un bono que puede ser vendido en el mercado local, que la amarga espera de algún milagro que le devuelva abundante liquidez al fisco. Mientras el déficit fiscal se mueva a zonas más sostenibles (3% o 4 % del PIB) el medio de pago en bonos no debería asustarnos.

Regreso a Freud. Señalar que la crisis actual nos podría llevar a desdolarizar podría ser una exageración propia de futurólogos. Recuerdo haber formado parte de ese grupo años atrás gritando en plazas que el fin del mundo estaba cerca, en mi caso, que si el petróleo cae por debajo de tal umbral perdemos la moneda. Cayó y seguimos dolarizados. En algún momento podríamos perder la moneda, pero no creo que sea por tres puntos de IVA que son necesarios para un mejor manejo fiscal.

Por momentos pienso en el concepto de Proyección en la psicología, que es el proceso mental por el cual las personas atribuyen a otros lo que tienen en sus propias mentes y me parece que algunos empiezan a extrañar la moneda propia.