Bram Govaerts y Alice Ruhweza | La agricultura como fuente de seguridad
La seguridad alimentaria, entendida como acceso constante a alimentos seguros y nutritivos, también tiene valor estratégico
Aunque el mundo produce alimentos suficientes para toda la humanidad, en 2024 más de 295 millones de personas padecieron hambre aguda, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU. El factor más importante detrás de esta crisis son las guerras, especialmente en África subsahariana.
En Sudán, una larga guerra civil ha llevado a partes del país a la hambruna, agravando la inseguridad y desestabilizando a los países vecinos. Si bien el hambre no es la única causa de inestabilidad, los alimentos son esenciales para la paz. Por eso, organizaciones como Cimmyt y AGRA trabajan con agricultores africanos para estabilizar regiones afectadas por conflictos y extremismo violento.
En el estado sudanés de Kassala, una cooperativa de mujeres mostró cómo pequeñas intervenciones pueden transformar comunidades. Su líder, Imtithal Atta, aumentó drásticamente sus cosechas e ingresos gracias al acceso a semillas de calidad y mejores técnicas agrícolas. Esto fortaleció su liderazgo y abarató los alimentos para miles de desplazados que buscaban refugio en la región.
En el norte de Nigeria, donde el terrorismo ha afectado durante años, Habiba Abdulkarim y su cooperativa lograron acceso a tierras e insumos tras unirse para exigir apoyo a las autoridades locales. Las cosechas mejoraron, los costos bajaron y muchas mujeres se animaron a participar en la agricultura cooperativa, generando beneficios sociales y económicos.
Estos ejemplos muestran que, tras los conflictos, la recuperación agrícola es clave. Un suministro estable de alimentos brinda dividendos de paz: comida para las familias, ingresos para los agricultores y reactivación económica. La ayuda humanitaria alivia emergencias, pero sólo una agricultura funcional y mercados activos pueden garantizar estabilidad duradera.
La seguridad alimentaria, entendida como acceso constante a alimentos seguros y nutritivos, también tiene un valor estratégico. La agricultura no solo sostiene a las familias: estabiliza países frágiles, fortalece gobiernos y fomenta cooperación internacional. Aunque muchas naciones priorizan la soberanía alimentaria como sinónimo de resiliencia, esta puede complementarse con la interdependencia. Un sector agroalimentario sólido mejora la capacidad de negociación internacional y refuerza la estabilidad nacional.
La agricultura incluso puede servir como vía diplomática. Países con disputas pueden colaborar en temas como el control de plagas o el comercio de granos, construyendo confianza mutua. Un ejemplo es la cooperación global contra la roya del trigo: científicos y gobiernos comparten variedades resistentes, protegiendo cosechas y promoviendo la confianza pese a tensiones políticas.
El cambio climático hace aún más urgente fortalecer la seguridad alimentaria. Las altas temperaturas, lluvias erráticas y degradación del suelo reducen los rendimientos y facilitan la propagación de plagas y hongos como el fusarium, que amenaza el trigo europeo.
Por ello, la agricultura resiliente al clima -basada en variedades tolerantes a la sequía, irrigación sostenible y manejo integrado de plagas- es vital para evitar crisis alimentarias y disturbios sociales.