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Claudia Tobar Cordovez | Las heroínas invisibles del cuidado

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El desgaste de saberse responsable de la vida de otra persona tiene consecuencias profundas en su salud mental

Ser cuidadora requiere amor, valentía y sacrificio. En Ecuador, el 83,2 % de quienes asumen esta responsabilidad son mujeres que dedican su vida al cuidado de otros. Para muchas, este rol llega como un llamado que les revela el poder de su resiliencia. Ni ellas mismas logran imaginar cuánto pueden resistir al entregar cada día su tiempo, energía y corazón. Ya sea cuidando a un hijo con discapacidad severa o acompañando a un padre o madre en sus últimos años de vida, estas mujeres, casi siempre invisibles, son auténticas heroínas de nuestra sociedad.

Psicológicamente, una cuidadora no solo carga con un trabajo a tiempo completo no remunerado: vive en una disponibilidad permanente, 24 horas al día, los siete días de la semana. El desgaste de saberse responsable de la vida de otra persona tiene consecuencias profundas en su salud mental, muchas veces invisibles y no tratadas, porque priorizan absolutamente el bienestar de aquel a quien cuidan antes que el suyo propio.

Conozco a una cuidadora que ha dedicado toda su vida a esta misión. La vida la puso a prueba: primero con su hija, después con su suegra, y ahora con su esposo que lucha contra el cáncer. Y aun así, con un amor desinteresado y una sonrisa, ha navegado el camino del cuidado con gracia y dignidad. En lugar de preguntarse “¿por qué a mí?”, ella afirma: “esto me tocó y hay que ponerle ganas”. Entre la condición de su hija y la enfermedad de su esposo, esta mujer ilumina con alegría lo que para muchos sería una carga insoportable. Es, sin duda, una heroína que salva vidas con cada gesto de cuidado.

Como ella, existen cientos de cuidadoras que, imposibilitadas de seguir sus sueños o ejercer su profesión; renuncian a todo por dedicarse a otros. Y aun así, su mayor angustia no es lo que dejan atrás, sino la pregunta que les persigue: “¿qué pasará con mi ser querido cuando yo ya no esté para cuidarlo?”. Este trabajo no admite renuncias ni descansos. Ni siquiera con toda la ayuda de la inteligencia artificial podríamos reemplazar lo que ellas hacen. Lo que sí podemos -y debemos- es valorar esta labor crítica y buscar mecanismos que hagan su vida un poco más llevadera.