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Carmen Ojeda Oquendo | La salud mental bajo la sombra de la violencia

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Cuidar la mente en tiempos de violencia no significa ignorar el miedo, sino aprender a vivir con él

Cuando la violencia comienza a ser parte de la vida diaria -ya sea por experiencias propias o cercanas, o por la constante exposición a noticias de extorsiones, muertes violentas o atentados-, el miedo deja de ser algo puntual y empieza a formar parte de nuestra rutina.

Las personas viven en un estado de alerta constante: piensan dos veces antes de salir, evitan ciertos lugares y reducen al mínimo su vida social para no exponerse.

Sin darnos cuenta, la mente se adapta para sobrevivir, pero esto también tiene un costo emocional alto.

Desde la psicología clínica, este fenómeno se conoce como ansiedad colectiva. Aparece cuando sentimos que nuestro entorno es impredecible o amenazante, aunque el peligro no esté presente de forma directa. El cuerpo permanece en tensión, como si algo malo pudiera ocurrir en cualquier momento. Aparecen insomnio, irritabilidad, cansancio extremo y dificultad para concentrarse.

El miedo sostenido actúa de manera silenciosa: va minando nuestro bienestar y limitando nuestra vida. La hipervigilancia se normaliza, la confianza en los demás disminuye y surge la sensación de impotencia ante lo que no podemos controlar. De este modo, la violencia se extiende más allá de los hechos, instalándose también en nuestros pensamientos y emociones.

Desde la clínica, acompañar a quienes viven así implica reconocer su miedo y validarlo sin aumentar la desesperanza. Se trata de diferenciar entre precaución y parálisis emocional, y de recuperar pequeñas rutinas que devuelvan sensación de control y calma.

Cuidar la mente en tiempos de violencia no significa ignorar el miedo, sino aprender a vivir con él.

Mantener vínculos, retomar hábitos que nos den estabilidad, cuidar el cuerpo y buscar ayuda profesional cuando sea necesario son formas de recuperar el control y la tranquilidad.

Incluso en medio del caos, conectarse con otros y atender nuestro bienestar puede ser un acto de resistencia, recordándonos que la vida sigue, pese al miedo que nos rodea.