Carmen Ojeda Oquendo | Cuando comemos para callar lo que sentimos

Las emociones no expresadas buscan una vía de escape, y comer puede ofrecer una sensación temporal de consuelo
Cuando comemos para calmar emociones y no una necesidad biológica, el alivio es momentáneo, pero el malestar persiste. En este artículo quiero ofrecer algunas claves para romper este ciclo.
En la vida cotidiana, muchas personas recurren a la comida no solo para nutrir su cuerpo, sino también para intentar calmar su mundo emocional. Este fenómeno, conocido como hambre emocional, se refiere a comer como respuesta a sentimientos difíciles -ansiedad, tristeza, soledad, frustración o incluso aburrimiento- y no a una necesidad fisiológica de alimento.
Desde la psicología clínica, el hambre emocional se comprende como una estrategia de afrontamiento que, aunque brinda alivio momentáneo, puede convertirse en un patrón problemático. A diferencia del hambre física, que aparece de forma gradual y puede satisfacerse con distintos alimentos, el hambre emocional surge de forma repentina, genera antojos específicos (usualmente de alimentos calóricos) y no produce sensación de saciedad real.
Las emociones no expresadas buscan una vía de escape, y comer puede ofrecer una sensación temporal de consuelo. Sin embargo, después suelen aparecer sentimientos de culpa o vergüenza, lo que perpetúa un círculo de malestar emocional y conductas alimentarias desadaptativas. Este ciclo puede contribuir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, problemas de peso y baja autoestima.
En el trabajo clínico se promueve que la persona identifique sus emociones, las nombre y aprenda a gestionarlas de forma saludable. Técnicas como el registro emocional, la atención plena (mindfulness) y la psicoeducación sobre emociones y hambre son herramientas clave. Además, fortalecer redes de apoyo y buscar acompañamiento psicológico especializado permite romper con la idea de que la comida es la única vía para calmar el malestar interno.
Reconocer que lo que buscamos no es alimento sino contención emocional es el primer paso para sanar la relación con la comida y con uno mismo. Atender nuestras emociones, en lugar de silenciarlas con comida, es un acto profundo de autocuidado.