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Carmen Ojeda Oquendo | Conectados, pero solos

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Recuperar la conexión genuina implica volver a lo simple: escuchar sin multitarea, escribir desde la honestidad

Vivimos hiperconectados. Con mucha facilidad podemos hablar con alguien del otro lado del mundo, mirar su vida y dejar un corazón en su foto. Sin embargo, cada vez más personas sienten un vacío que no se llena con notificaciones. Podríamos decir que es un nuevo tipo de soledad: una soledad silenciosa, disfrazada de conexión constante.

En consulta, los terapeutas escuchamos con frecuencia frases como “tengo muchos amigos, pero no me siento acompañado/a”. Las redes sociales nos dan la ilusión de cercanía, pero muchas veces reemplazan actos profundamente humanos como una conversación real, llena de presencia emocional, por reacciones rápidas a través de un dispositivo. El contacto humano necesita más que reacciones o mensajes cortos: requiere mirada, tono, silencio y tiempo generosamente compartido.

Las personas no estamos hechas para la autosuficiencia emocional. Desde que nacemos, necesitamos de otros para sobrevivir, crecer y construir una identidad. Los vínculos no son un lujo ni una elección personal, son una necesidad vital. Nuestra mente y nuestro cuerpo se regulan a través del contacto con los demás: una palabra amable, una mirada empática o una presencia disponible pueden calmar el sistema nervioso más que cualquier técnica de relajación.

Recuperar la conexión genuina implica volver a lo simple: escuchar sin multitarea, escribir desde la honestidad, mirar a los ojos, pedir ayuda cuando duele y, sobre todo, no reducir nuestra interacción social a las redes. Estas pueden ser un puente, pero nunca un refugio emocional.

Cultivar vínculos reales requiere intención. Podemos empezar con gestos simples: invitar a alguien a caminar, llamar en lugar de escribir, preguntar con interés cómo está el otro y escuchar sin apresurarnos a responder. También implica atrevernos a mostrar nuestras propias emociones, sin miedo a parecer débiles. Recuperar el valor de lo humano en medio de la inmediatez digital es un acto de resistencia y cuidado. No se trata de rechazar la tecnología, sino de usarla con conciencia, recordando que ninguna pantalla puede reemplazar el calor de la presencia real.