Carlos Alfonso Martínez | La paradoja de Mocolí: pagar más y recibir menos
Además de la inversión inmobiliaria, es prudente presupuestar un generador potente y una cisterna generosa
La plusvalía en Isla Mocolí parece atravesar un curioso momento de reflexión. No por una caída del mercado ni por crisis económica, sino por algo mucho más básico: la falta de agua.
El otro día, durante un almuerzo, dos residentes de la isla -ambas de urbanizaciones de alto ‘standing’, donde el metro cuadrado supera con holgura los $ 600- me contaron que llevaban tres días sin agua. Confieso que al inicio dudé, no por desconfianza hacia ellas, sino porque cuesta creer que en una de las zonas más exclusivas de la costa ecuatoriana el agua se haya convertido en un lujo intermitente. Según me explicaron, vivir en Mocolí no es tan idílico como suele venderse. Los cortes de energía son frecuentes, por lo que muchos hogares han tenido que invertir en generadores eléctricos, casi como si se tratara de una zona rural con urbanismo de revista. Pero lo verdaderamente pintoresco es el tema del agua. Tres días sin servicio no es una anécdota: es parte de una nueva normalidad. En uno de los casos, Amagua incluso envió un tanquero, un gesto solidario que recuerda que, al final, todos somos iguales cuando el grifo no responde.
Debo admitir que pasé de la incredulidad a una sonrisa irónica al pensar en cuántos amigos, conocidos y familiares viven allí, convencidos de habitar una especie de ‘Biscayne samborondeño’, aunque con generador propio y reservas de agua como si se prepararan para un apagón prolongado. La burbuja de ilusión se pincha rápido cuando el baño no carga.
Aquí hay, al menos, un responsable claro: Amagua. Una de las residentes tuvo la gentileza de compartir comunicados oficiales y cartas enviadas por vecinos de varias urbanizaciones solicitando, desde hace tiempo, una solución definitiva. Por ahora, la solución parece ser esperar, almacenar agua y cruzar los dedos.
No se trata de desincentivar a quienes desean vivir en Mocolí. Pero conviene advertir que, además de la inversión inmobiliaria, es prudente presupuestar un generador potente y una cisterna generosa, capaz de garantizar agua por al menos dos semanas.
El problema es estructural y se agrava con el crecimiento constante de la zona. Se siguen construyendo viviendas, aumenta la demanda y el agua no alcanza. Todo esto en el sector con los impuestos prediales y alícuotas más altos de la costa. Ojalá Amagua y el Municipio de Samborondón logren una solución real pues la exclusividad, sin agua, termina siendo solo un concepto decorativo.