Andrés Isch | Ansiedad matemática

Todas las personas tienen un matemático dentro que nos ayuda a llevar una vida más plena y humana
Si usted tiene una hija de seis años, seguramente sienta ya, a esta edad, que es peor para las matemáticas que los niños. Si su hija adolescente es una de las mejores alumnas de su colegio es probable que dude en optar por una carrera STEM (ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas), aun siendo las mejor pagadas, porque percibe que el mercado laboral estará más cerrado que para sus compañeros hombres. En distintos estudios pedagógicos, laborales y económicos se repite este fenómeno: por un lado, una falsa autopercepción de limitaciones que acompaña a muchas mujeres durante su vida académica o laboral (el conocido ‘síndrome del impostor’) y una limitación externa, real, generada en algunos casos por prejuicios y en otros por estructuras empresariales que dificultan encontrar equilibrios entre la vida profesional y la personal.
Las consecuencias de esto en el trabajo son evidentes: menos ingresos, menos crecimiento, menos oportunidades. Sin embargo, más profundos y menos evidentes son los efectos que crea el miedo a no ser bueno en las matemáticas porque se trasladarán a diversos espacios de la vida de las mujeres. Eduardo Sáenz de Cabezón, matemático español, sostiene que todas las personas tienen un matemático dentro que nos ayuda a llevar una vida más plena y humana. El conocimiento genera capacidades y las capacidades a su vez confianza e independencia. Permite comprender el mundo y a nosotros mismos, perseguir sueños y definir un proyecto individual de vida.
No se trata exclusivamente de que una mujer tenga un mejor salario o de que tenga facilidades para convertirse en emprendedor (que es importante), o solo del crecimiento económico del país si pensamos en su conjunto, sino sobre todo de la realización individual que nos puede llevar a tener una sociedad más pacífica, feliz y cohesionada. Esta, por lo tanto, es una apuesta segura: mejorar la enseñanza de matemáticas para todos, pero especialmente para las niñas, modificando los currículos y capacitando a maestros para romper la ansiedad que genera la manera tradicional de abordarla es una manera inteligente de vencer muchos de los problemas que enfrentamos. Más matemáticas, más libertad, un mejor país.