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Andrés Isch | Nuevas aguas

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Deberíamos, por ejemplo, propiciar espacios permanentes de conversación entre empresarios exitosos y comunidades campesinas

Mariano Sigman, celebrado neurocientista, explica cómo funciona la memoria utilizando un concepto de Heráclito: “un hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río porque la segunda vez ya no se trata del mismo hombre ni del mismo río”. La corriente renueva el agua, el hombre se transforma y lo que asumimos es inmutable resulta tan solo una ilusión. Del mismo modo, nuestra mente nos engaña con los recuerdos: creemos ver una fotografía del pasado cuando realmente reconstruimos los hechos cada vez que atendemos a ellos, pudiendo incluso convencernos de la existencia de cosas que nunca sucedieron.

Esta modificación es posible gracias a que el cerebro ha evolucionado de tal manera que nos permite no solo alterar los hechos evocados sino también cambiar opiniones preconcebidas, incluso aquellas que parecen inmutables. Supongo que algo similar puede pasar con la memoria e ideas colectivas y que como sociedad tenemos suficiente plasticidad para transmutar en una que cometa menos errores y tome mejores decisiones. Sin embargo, estos cambios requieren del diálogo como un elemento esencial. Un diálogo sincero, con seguridad de la apertura propia y del otro para cambiar de posición, realizado en grupos pequeños, con datos duros y facilitadores que permitan a los ciudadanos encontrar la verdad.

Tenemos una gran ventaja y es que en el Ecuador las diferencias son mínimas. Deberíamos, por ejemplo, propiciar espacios permanentes de conversación entre empresarios exitosos y comunidades campesinas, dos sectores en donde la capacidad de emprendimiento, la ética de trabajo y la libertad son esenciales para prosperar. Aquí podrían no solo compartir conocimiento sino también reivindicar como propias exigencias legítimas del otro, al tiempo que se acuerdan modelos políticos más humanos que permitan un real desarrollo y construir identidad nacional.

Las nuevas aguas que trae la dialéctica son capaces de reemplazar dogmas por verdades y romper el ‘statu quo’ de quienes mantienen convenientemente pobres e ignorantes a grandes masas. El esfuerzo es arduo y los resultados no serán inmediatos, pero es este el rol que se demanda de un liderazgo moderno, especialmente en gremios y academia.