Cartas de lectores: La ciudad de las jaulas
Que sea la historia quien recuerde esta epopeya, que nos vio pelear por la libertad y por el futuro de nuestra nación
Mirando en retrospectiva, en mis recuerdos llenos de añoranzas se confunden la alegría del ayer con el terror que vivimos hoy. La vida se nos va de la mano, sin hacer un mínimo esfuerzo por evitarlo; pesa más el miedo que nos ha tomado prisioneros. Olvidamos con ello el ornato de la ciudad y por ende, las ordenanzas que nos rigen. La inseguridad y el terror acuciante nos obligaron a construir jaulas y/o cárceles propias. La migración o éxodo que otra república por su caos gubernamental nos envió, trajo consigo unos que van colgando ilusiones en el cordel, de la esperanza o de la miseria; y otros cuyo pasado delincuencial arrastró hasta acá su turismo de muerte, causando con ello dolor en nuestro país. Esto fue un magro ejemplo para la delincuencia interna de la República.
Cuesta creer que en el afán de buscar seguridad para nuestras familias vamos cerrando vehiculares, peatonales y parqueaderos, como si fueran cuarteles de nuestra propiedad, y olvidamos al resto de ciudadanos que necesitan transitar por esos corredores, incluyendo niños. Resulta inadmisible creer que la debilidad ha ganado espacio, en lugar de levantar el puño y gritar: ¡basta! Qué distinto sería si en lugar de reunirnos para formar comités que lideren la construcción de nuestras propias jaulas, tomáramos la determinación de levantar el coraje y expulsar a quienes nos quieren someter al miedo. Pero no, es más fácil encerrarnos y desde nuestra cárcel grabar las atrocidades que se cometen afuera. Me niego a creer que mañana sean los delincuentes quienes otorguen el permiso para poder salir de nuestras jaulas, al fin y al cabo, les será más fácil al vernos encerrados.
Recuerdo lo que dijera Oswaldo Durán G. en su libro Taura, el país de la canela… “De qué sirve poner cerraduras y trancas en las puertas, si los ladrones ya están adentro”. El detonante es sencillo, si no hay autoridad que pueda romper el cerco delincuencial, nos toca a nosotros hacer justicia. Vale más llenarnos de valor, gallardía y pundonor, antes que llenar una jaula de terror. Que sea la historia quien recuerde esta epopeya, que nos vio pelear por la libertad y por el futuro de nuestra nación.
Juan Francisco Idrovo M.