
Premios Princesa de Asturias: los reyes de España viven momento de tensión
En los Premios Princesa de Asturias, Letizia y Felipe muestran tensión tácita, escoltas intervienen y el protocolo se rompe
La edición 2025 de los Premios Princesa de Asturias, celebrada en el histórico Teatro Campoamor de Oviedo, acusó un momento de tensión inesperado entre los monarcas españoles que no pasó desapercibido para los presentes ni para los observadores más atentos.
Lo que debía ser una noche de reconocimiento a la excelencia cultural, científica y humanitaria quedó matizada por gestos, miradas esquivas y una sensación de incomodidad latente en el ambiente.
La velada arrancó con todos los elementos de la pompa habitual: la alfombra, los invitados de alto perfil, la familia real encabezada por el rey Felipe VI y la reina Letizia, su hija la princesa Leonor y la infanta Sofía.
Pero mientras el protocolo reflejaba unidad institucional, tras bastidores se vivieron momentos distintos. Según testigos del operativo de seguridad, hubo un desencuentro entre los dos reyes que elevó la sensación de frialdad entre ellos: palabras tensas, gestos que se prolongaron más de lo habitual y escoltas que debieron intervenir para evitar que la situación se tornara pública.
Los invitados más cercanos al Palacio de la Zarzuela reconocen que la escena no era aislada, sino la confirmación de un clima que, según fuentes internas, lleva años gestándose. Desde la audiencia en el hotel previo a la gala hasta la disposición de salidas separadas, todo pareció marcado por esa frialdad institucional que se traslada del ámbito privado al ceremonial.
Crisis en la imagen de la Casa Real
El trasfondo del incidente remite a tensiones personales que se filtran al ámbito público, y la gala de los Premios reveló que el matrimonio real atraviesa una etapa difícil. Desde el conocido episodio del caso Nóos hasta las recientes diferencias protocolarias con la reina emérita, las señales de distanciamiento se han multiplicado.
En Oviedo, la reina Letizia apareció apartada del núcleo central tras su llegada, mientras el rey Felipe mantenía su compostura institucional saludando al resto de invitados sin intercambio visible con su esposa. Esta disposición provocó en los asistentes una sensación de alerta y un silencio que parecía más que mera formalidad.
Los discursos y el acto oficial practicaron el guion habitual: la princesa Leonor firmó con mano fuerte su papel como heredera, el monarca compartió escenario con solemnidad. Pero la escena tras bambalinas contrastó con la pantalla del Teatro Campoamor.
Allí, el gesto de Letizia al desviar su camino, la mirada reducida entre ambos reyes y la movilización inmediata de escoltas marcaron un antes y un después en la percepción pública de la familia real.
Analistas de protocolo y medios especializados sugieren que esta gala podría quedar como un símbolo del cambio de ciclo en la monarquía española: mientras Felipe VI cede protagonismo y asume un papel menos visible, Letizia marca territorio desde su posición, y la princesa Leonor emerge como heredera funcional. La tensión entre tradición y modernidad se materializa no sólo en discursos, sino en actitudes que hablan por sí mismas.
El relevo aún complicado
En su discurso, el rey Felipe VI destacó que “me corresponde ir cediéndole ya este espacio” a su hija Leonor, mostrando públicamente un paso simbólico en la institución.
Sin embargo, el gesto institucional contrasta con la vida real que se desarrolla detrás de la escena. Por un lado, el monarca busca proyectar continuidad y estabilidad; por otro, la reina Letizia actúa con una independencia que no termina de armonizar con el guion oficial.
La presencia de la reina emérita Sofía de España, objeto de tensión en la Casa Real, también añade complejidad al tablero: su asentimiento es visto por Felipe como símbolo de unidad, y por Letizia como una cadena del pasado que resta protagonismo al presente.
La ceremonia en Oviedo, lejos de ser una simple entrega de galardones, se convirtió en un escenario narrativo donde la monarquía, el protocolo y las emociones privadas se entremezclaron visiblemente. La princesa Leonor, por su parte, centró elogios en valores como la libertad y la democracia, y reafirmó su papel creciente en la institución.
Y mientras los flashes se centraban en los premiados y los discursos, los pasillos del Teatro Campoamor registraban un episodio que podría marcar un antes y un después: un matrimonio real ya no tan cohesionado públicamente, cuya imagen institucional se somete, más que nunca, al escrutinio de todos.
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