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'American Factory', disponible en Netflix.Difusión

Qué ver en Netflix | El documental del Oscar: 'American factory', la conmovedora indefensión de los pequeños

‘American factory’, de Netflix, "es como tomar el plano general de la geopolítica planetaria y aplicarle un microscopio", sostiene Roberto Aguilar.

Cuando los esposos Julia Reichert y Steven Bognar decidieron documentar la historia de la fábrica de parabrisas Fuyao, una multimillonaria inversión china en Dayton, Ohio, no imaginaron que estaban ingresando a un laboratorio donde se desarrollaría el drama de la globalización. Uno en el que las diferentes culturas son incapaces de entenderse y los trabajadores pierden. ‘American Factory’, que el domingo pasado recibió el Oscar a mejor documental del año, es una película que involucra a chinos y estadounidenses pero nos concierne a todos.

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En ‘Roger and Me’ (1989), Michael Moore contó la primera parte de esta historia: General Motors, el gigante de la industria automotriz, decide cerrar su planta de Flint, Michigan, con un superávit millonario, dejando a 30 mil personas en el desempleo. Para la pequeña ciudad natal del cineasta fue el principio de la decadencia. En 2008 la historia se repite en Dayton, Ohio: otra vez General Motors, otra vez una planta industrial que cierra sus puertas, otra vez 10 mil desempleados y una pequeña ciudad empobrecida. Sólo que ahora los capitalistas chinos (con el carnet de afiliación del Partido Comunista en la cartera) llegan al rescate. Fuyao es la fábrica de parabrisas más grande del mundo (controla el 70 por ciento del mercado) y ha decidido tomar posesión de las antiguas instalaciones de GM y recontratar a los obreros que trabajaban en ella. Para Dayton es una luz de esperanza.

Así arranca esta película producida para Netflix por los esposos Barack y Michelle Obama en su primera incursión cinematográfica, no exenta de interés político. ‘American Factory’ es una historia conmovedora, a ratos dolorosa, divertida y aleccionadora sobre las bondades y las miserias del capitalismo. Película coral, narrada en dos lenguas por decenas de protagonistas chinos y estadounidenses, filmada en dos continentes entre 2015 y 2017, sin guion preestablecido y rigurosamente imparcial, cuenta el choque de trenes entre las culturas empresariales radicalmente diferentes de las dos mayores potencias del planeta. Los realizadores contaron con una ventaja inestimable concedida por Fuyao: libertad total para filmar lo que quisieran y hablar con quien quisieran.

En un principio, las diferencias culturales son anecdóticas y producen episodios cómicos. Entre los trabajadores llegados desde China y sus pares estadounidenses hay una sincera voluntad de entendimiento. Se tejen los primeros lazos de amistad; la diversidad del mundo se abre ante los ojos de estas personas básicamente provincianas y este hecho provoca incluso lágrimas de emoción en alguno de los protagonistas. Poco a poco las cosas se van complicando. Un grupo de estadounidenses es enviado a la China, a capacitarse en las instalaciones centrales de Fuyao, donde el sindicato es manejado por los propios empresarios y estos ocupan cargos directivos en el gobernante Partido Comunista, los obreros trabajan en jornadas de 12 horas sin derecho a fines de semana, las normas de seguridad industrial son extremadamente laxas y la disciplina laboral, que incluye formaciones militares y lavado de cerebro permanente, tiende a anular todo resto de individualidad en los obreros.

De vuelta en Dayton, una pantalla de televisión que despacha un bucle de mensajes motivadores como en una pesadilla orwelliana ha sido instalada en el comedor; la seguridad industrial se desvanece y ocasiona varios accidentes laborales; los mandos medios estadounidenses que hacían de puente entre la administración y los obreros son sustituidos por chinos; se producen los primeros roces y surge el fantasma del capitalismo de partido único: un sindicato independiente se empieza a cocinar entre los inconformes. Y el sindicato, para los administradores chinos, es el demonio. A partir de ese momento recurrirán a todas las tácticas posibles para neutralizarlo, incluidos los despidos. Ha estallado la guerra. Queda claro que los derechos de los trabajadores son un invento del capitalismo que los chinos ni sospechan. Es la gran paradoja de esta historia: el mismo sistema que dejó a 10 mil obreros en el desempleo es el que les provee de las armas para luchar contra la explotación laboral.

Hay que ver ‘American factory’. Es como tomar el plano general de la geopolítica planetaria y aplicarle un microscopio. Es como ingresar al megatema de las guerras comerciales, los flujos intercontinentales del capitalismo global y la expansión china, a través de las microhistorias de un puñado de trabajadores que cuentan su experiencia y lo hacen con un nudo en la garganta, con sus sentimientos a flor de piel y con la conmovedora indefensión de los pequeños.

A continuación, el tráiler de 'American factory':

Bonus track: Para completar la función, Netflix ofrece el corto de diez minutos titulado ‘American Factory: una charla con los Obama’. La expareja presidencial se reúne con la pareja de realizadores en un café de Ohio y juntos intercambian impresiones sobre la película: el interés (hasta ahora desconocido) de los Obama por producir películas capaces de aportar a la conversación pública estadounidense; los entretelones de la filmación del documental; las lecciones (económicas, políticas, culturales, éticas) que se desprenden de la historia.

El tráiler de ‘American Factory: una charla con los Obama’:

FICHA DE LA PELÍCULA

  • Título: ‘American Factory’
  • Año: 2019
  • Género: Documental
  • Directores: Julia Reichert y Steven Bognar
  • Duración: 1h 50min.