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Las Mariscalas: la historia sobre las tablas

En este monólogo, Juana Guarderas recupera la memoria de las mujeres de un emblemático barrio quiteño llamado La Mariscal.

Juana Guarderas
Juana Guarderas presenta su obra Las Mariscalas en el patio de Comedias.Gustavo Guamán

De parroquia rural a barrio elitista, de eje comercial a zona rosa, de zona rosa a barrio fantasma, La Mariscal ha pasado por un inusitado número de transformaciones en su primer siglo de vida.

Así lo recuerda Juana Guarderas, actriz y propietaria del teatro Patio de Comedias, quien ahondó en la historia de este emblemático sector para dar vida a Las Mariscalas, una pieza teatral que narra el paso del tiempo en este afamado distrito, ubicado en el corazón de la capital.

Con el fin de celebrar los cien años de la localidad, la iniciativa cultural Mariscal Sur le propuso a Guarderas escribir una pieza teatral para celebrar ese hito.

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¿Cómo resumiría la relevancia de La Mariscal en la historia quiteña?

La relevancia es incalculable. Lo interesante de este barrio es que todos los quiteños hemos atravesado La Mariscal, y La Mariscal nos ha atravesado a todos los quiteños. No hay persona que no tenga un recuerdo aquí, eso lo hace invaluable.

¿Cómo fue su propia llegada a este barrio?

Fue loquísimo. Mis abuelos le dejaron su casa a mi mamá y nos vinimos del campo a vivir acá. Era un barrio vibrante, donde la gente vivía hacia la calle. La casa tenía una bodega enorme, que mis papás decidieron convertir en un teatro. Así nació el Patio de Comedias, que ya tiene más de cuarenta años. Entonces mi experiencia es una donde hay arte y vida, mucha vida.

¿Por qué contar el pasado de La Mariscal desde las mujeres?

Porque la historia siempre ha sido contada por los hombres. Las voces de las mujeres han sido ignoradas. Se ha perdido su recuerdo, su cotidianidad, para dar paso a una historia oficial que no las incluye. Y en este caso, en el caso de este barrio, son las mujeres las que han mantenido viva la memoria.

Hablemos de Alma, la protagonista de esta obra.

Cuando empecé el guion, no tenía muy claro por dónde comenzar. Finalmente se me ocurrió que tenía que empezar por donde inició el barrio, con el Palacio de La Circasiana, en 1893. Alma es ficticia, pero me gustaba la idea de que fuera un fantasma, una ‘almita’, porque La Mariscal está llena de fantasmas.

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¿Figurativamente?

(Ríe) No. Las casas son tan antiguas que todas tienen fantasmas. Incluso aquí en el Patio de Comedias tenemos uno. Pregúntele nomás al equipo.

Al menos Alma es un fantasma amigable...

Sí. Es una sirvienta del Palacio de La Circasiana que va narrando “los chismes” del barrio y luego permite hacer el salto entre tiempo y espacio para ir contado la evolución.

Juana Guarderas
Juana evoca la historia de un barrio que fue considerado el mejor de su época.Gustavo Guamán

¿Cómo seleccionó a las Mariscalas que son parte de esta historia?

Fue un proceso largo, porque tenía muchísimas notas de la investigación que hice. Elegí a las que yo creí que eran más significativas y que habían influido en los procesos de evolución del barrio.

Muchas son extranjeras...

Sí. La migración fue fundamental para La Mariscal. A fines de los años cuarenta llegaron muchos migrantes huyendo de la guerra. Estas eran mujeres judías como Olga Fisch y Constanza Di Capua, que contribuyeron con el arte, la historia y la arqueología, y ayudaron a modificar el comportamiento colonial que aún se mantenía.

¿En qué sentido?

Eran mujeres europeas que estaban acostumbradas a su independencia. No comprendían por qué las damas de La Mariscal no iban al mercado, o no salían sin un séquito de sirvientes. La manera en que ellas veían el mundo fue calando hondo y se propagó.

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Eran más cosmopolitas...

Sí, lo eran, y esa siempre fue la esencia del barrio. En los años sesenta llegaron los chilenos, en los ochenta los costeños que migraban de Manabí y Esmeraldas, en los noventa los colombianos, luego los cubanos, los árabes, los chinos. La migración ha hecho que La Mariscal sea muy diversa.

Eso no ha acarreado solo cosas positivas, ¿verdad?

No, claro que no. También llegó la inseguridad, el microtráfico, la trata de personas. Y eso en parte se debe a que las autoridades dejaron perder el legado del barrio.

¿Cómo ha sido para usted enfrentarse a ese pasado?

Me he vuelto a enamorar. Y es algo maravilloso, porque la pandemia asesinó a La Mariscal. Era tan doloroso y deprimente caminar por las calles y ver todo cerrado. Soy de las pocas personas que residen aquí y me generaba mucha angustia. Recordar el pasado fue un bálsamo.

¿Qué han opinando los moradores de esta obra?

Cuando las funciones terminan, hacemos un pequeño foro y la gente no puede esperar para aportar con sus recuerdos. Siento que esta es una obra necesaria y que también nos ayuda a reflexionar sobre qué depara el futuro.

¿Y qué depara el futuro?

Creo en nuestra capacidad para continuar reactivándonos y encontrando espacios para crear comunidad. La Mariscal ha pasado por todo tipo de transformaciones y aún le quedan historias por contar. 

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UN LEGADO QUE PERDURA

En sus cuarenta y dos años de vida, el Patio de Comedias ha albergado emblemáticas piezas como Medea llama por cobrar, Quito con K y el clásico La Marujita se ha muerto con leucemia, que lanzó a Guarderas y a sus compañeras Martha Ormaza (+) y Elena Torres al estrellato.

Además de manejar el espacio, Guarderas continúa con su trabajo con Las Marujas con obras como Violetas y braguetas y Las Marujas, entre ineptos y tereques.