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Juan Fernando Andrade
Juan Fernando Andrade.ZAZÓN estudio// Cortesía

Juan Fernando Andrade: "Ya no me seduce el delirio"

El narrador portovejense nos cuenta el viaje personal detrás de su nueva novela doble, Adicto + Comedia romántica

Como diría el escritor guayaquileño Eduardo Varas, leer a Juan Fernando Andrade es como escucharlo, debido a la calidez de su narrativa, que genera la sensación de estar conversando con un amigo querido.

Luego de varios años dedicados a la crónica, a escribir canciones, guiones para películas y publicar su primera novela en 2009, Juan Fernando se enfrentó a la ‘maldición’ de la segunda, la más difícil según muchos, más aún si la primera (Hablas demasiado, editorial Alfaguara) tuvo reconocimiento, como en su caso.

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Juan Fernando Andrade
Juan Fernando Andrade.ZAZÓN ESTUDIO// CORTESÍA

En septiembre de 2014 se puso manos a la obra, al mismo tiempo que lidiaba con su corazón roto y trataba de superar cierta tendencia a la bebida que empezaba a volverse en su contra. Tenía en mente escribir un libro de máximo 150 páginas tomando como base varios relatos de su autoría. Sin embargo, el proyecto creció más de lo que esperaba, al hurgar entre sus experiencias recientes y tratar de hallar respuesta a sus dudas vitales.

Se encontraba entregado a esa tarea cuando el terremoto del 2016 destruyó parte de su ciudad y provincia, lo que ahondó su depresión y también su recurrencia a buscar alivio en el alcohol, las pastillas para el sueño y los ansiolíticos, lo que terminó convirtiéndose en un viaje épico de autodescubrimiento y finalmente de sanación.

Así empezó la historia que luego se transformó en la novela doble Adicto + Comida romántica, que acaba de publicar bajo el sello Dinediciones.

  • La entrevista

Su última obra puede ser considerada un libro testimonial. No cualquiera tiene la valentía de exponerse, de mostrar tanto lo bueno como lo malo de sí.

Soy fan de los textos testimoniales. Me gusta leer diarios, autobiografías, memorias. Mi propósito es que la gente que lea el libro atraviese una experiencia humana.

Cuenta la lucha del personaje principal, Julián, por superar una ruptura amorosa y un problema serio de consumo de licor y fármacos. Usted también vivió eso.

Mi lucha no fue la de Julián, pero se parece mucho. Entre 2015 y 2020 pasé por tratamientos, psicólogos, psiquiatras, doctores, todo lo imaginable, entrando y saliendo de la adicción y la depresión.

¿En qué momento entró en esa espiral?

Yo vivo de la escritura desde los 25 años, publicando regularmente en revistas como Diners y SoHo, periódicos, medios digitales, haciendo guiones. Estaba escribiendo todo el tiempo, porque se trabaja mucho y se cobra poco; pero no podía mantener un orden en mi vida: rompía con mis parejas, me alejaba de mis amigos, mi familia me veía poco.

Al menos en nuestro medio, para vivir de la escritura o de la música es necesario dedicarse por tiempo completo, lo cual puede resultar matador.

Cuando el trabajo se puso realmente intenso, escribía en casa, en hoteles, en aviones, en trenes. Empecé a beber al final de la jornada, para soportar el ritmo y también, según yo, dormir mejor. A veces dejaba de trabajar por la noche, ya borracho; luego dormía y al levantarme decía: “No puedo escribir ‘chuchaqui’, pero sí ‘happy’ (entonado)”. Bebía algo y seguía escribiendo lo que había interrumpido la noche anterior. Mandaba el material a los editores, se publicaba, funcionaba.

Como cumplía su trabajo, parecía que no había nada de qué preocuparse.

Exacto. Además, desarrollé un insomnio mortal, el mismo infierno. Por el 2014 empecé a tomar pastillas de zopiclona (inductor de sueño). Una noche, tras una larga jornada, la tomé con licor y todas las sensaciones negativas desaparecieron enseguida. Dormí como un bebé.

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  • La trampa perfecta

El 2020, la pandemia entera, la pasé solo, en Quito. Mi familia y amigos pensaron que, encerrado, iba a morir. Luego de años haciendo cosas que pudieron matarme, en 2020 comprendí lo cerca que está la muerte. Y tomé la decisión de vivir.

Esa cura implicó, con el tiempo, terminar finalmente su novela.

Sí. Volví a mis archivos, a la novela inacabada, pero me di cuenta de que era la historia de la adicción la que me parecía más importante. Es lo más duro que me ha pasado, escribirla era inevitable. Arranqué Adicto echando mano a mi experiencia.

¿Cómo es su relación actual con las pastillas y el licor?

Tomo medicina para el sueño por las noches, porque aún tengo insomnio. Y bebo cuando tengo ganas, pero ya no hago ‘maratones’. He tenido recaídas, algunas muy divertidas, pero cada una me hace anhelar la lucidez. Ya no me seduce el delirio.

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  • “La obra de un artista es su vida”

Después de todo este proceso de curación, ¿considera que se reencontró con el Juan Fernando de antes?

Sí, lo reconozco en mí cada vez más. De lo contrario, no estaría escribiendo. Y lo reconocen todos los que estuvieron cerca de mí en estos últimos años. Cuando estaba perdido, mi hermana me decía: “Cada vez que hablo contigo pienso que puede ser la última”.

¿Y cómo ve el pasado en retrospectiva? ¿Al Juan Fernando de antes?

Siento muchas cosas por el Juan Fernando de hace diez años. Era un tipo inocente y se quemó. Se ‘comió el cuento’ de querer ser escritor, digamos. Hoy me queda claro que la obra de un artista no es su trabajo, sino su vida. Antes yo lo que más quería era ser mejor escritor...

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¿Y lo logró?

Sí. A las malas, pero lo conseguí. Adicto es mejor que Hablas demasiado, y Comedia romántica es mucho mejor que Adicto. Sin embargo, ahora quiero ser mejor amigo, mejor hijo, mejor hermano, mejor persona…

Dicen que para ser un buen escritor hay que hacer dos cosas: leer muchos libros e irse lejos de casa, para vivir experiencias.

Yo no me fui tan lejos, pero eso no quiere decir que no me hayan pasado cosas. Vaya que pasaron, muchísimas, y al final esas cosas me cambiaron, me hicieron la persona y el escritor que soy actualmente. Mi nuevo libro, dividido en dos partes, cada cual con su título (Adicto y Comedia romántica), es el testimonio de un viajero que, sin moverse mucho, fue demasiado lejos y ha regresado para contar lo que vio.