Cuenta la leyenda que, años antes de la conquista incaica, la hija de un cacique se enamoró de un simple obrero. En la rígida sociedad de aquella comunidad prehispánica, el romance era prohibido. La joven princesa prefirió morir de pena a casarse con un hombre elegido por su padre.

Un año después, en el sigilo de la noche, su amado desenterró su cuerpo y con sus huesos elaboró una quena, cuyo lastimero sonido es un tributo a su tristeza.

Y si bien no queda registro de la existencia de estos desdichados amantes en la historia nacional, entre la Colección de Instrumentos Musicales y Objetos Sonoros Pedro Pablo Traversari sí reposa una quena elaborada en hueso, una de las múltiples curiosidades que guarda el emblemático repositorio de instrumentos .

Tras dos años de cierre, el Museo de la Casa de la Culturas reabrió sus puertas con Sonósfera, una exhibición dedicada a rescatar la historia y relevancia de los 1.200 instrumentos de la colección, una de las más importantes del continente.

Karen Solórzano, directora de los museos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), señala que el proceso tomó más de un año, tiempo durante el cual más de cincuenta investigadores se volcaron a redescubrir el pasado de los emblemáticos instrumentos.

“Investigadores internacionales, de Bolivia, Argentina y México e investigadores ecuatorianos han participado en esta propuesta. Previamente, aunque la colección estaba expuesta, no había una museología que planteara una narrativa clara o diera pistas sobre cómo entender lo sonoro. Había sido, como era habitual en los museos de la época, pensada bajo un enfoque clasificatorio y taxonómico”, explica la funcionaria.

”Son piezas de un gran valor cultural y de un gran valor estético, por lo que nos parecía importante historizar la colección. Es decir, queríamos devolverles un contexto, hablar de los lugares de origen de cada instrumento, de quienes habían sido sus interlocutores y qué sentido tenían dentro de sus sociedades”.

La colección cuenta con instrumentos del siglo dieciocho y diecinueve, así como instrumentos arqueológicos, principalmente de la cultura Carchi-Pasto, que data de 500 a. C.

• Historia accidentada

Adquirida en 1951 a su propietario, el musicólogo y compositor Pedro Pablo Traversari, la colección tuvo una extensa vida pública. Fue montada y desmontada en la antigua Casa de la Cultura, en el Edificio de Los Espejos, y hasta permaneció guardada durante una década. Hasta inicios de 2021 estuvo expuesta en el Museo de la Casa, pero las condiciones del inmueble y el paso de los años la habían afectado, especialmente ciertas guitarras, pianos, mandolinas, liras y trompetas.

“Cuando nuestra administración asumió la dirección de la Casa, la situación era bastante compleja. La infraestructura estaba destruida, la sala estaba en pésimas condiciones, los techos estaban derruidos, había goteras en todas partes y el sitio estaba lleno de fundas para proteger los bienes que estaban en exposición, y que no habían sido desmontados”, explica Solórzano.

Por eso, agrega la funcionaria, la reapertura tomó tanto tiempo. Además de recuperar la infraestructura, para la que había un limitado presupuesto, también hubo que capacitar al personal sobre la restauración y cuidado de los instrumentos.

Una vez inaugurada, Sonósfera permanecerá abierta al público de manera permanente. Se puede visitar de martes a sábado, de 09:00 a 16:30.

• Una lucha por el financiamiento

Una alianza público privada hizo posible la totalidad del montaje, señala Solórzano. En ello se involucró la bisnieta de Pedro Pablo Traversari, que quiso aportar para poder concluir la propuesta.

Pese a ello, la funcionaria afirma que la entidad luchará por recuperar el presupuesto que tenían, y que sufrió un nuevo recorte este año de parte del Estado.

“El cuidado de la memoria y del patrimonio son una responsabilidad del Estado, cosa que no está sucediendo. La Casa de la Cultura Ecuatoriana tuvo un recorte presupuestario importantísimo este año, lo que dejó bloqueados los fondos para la Dirección de Museos. Recibimos un valor de $ 15.000, un presupuesto asfixiado, que no permitió que la colección pudiera ser puesta en escena”, indica.

Con ese fin, la entidad plantea dos planes adicionales que buscan difundir la labor realizada con la colección: la escritura de un libro donde se recoge la investigación tras el montaje, y en el que expertos externos ahondarán en los debates de la musicología en relación a la colección, y el acceso a las universidades que quieran realizar estudios en el relación a la muestra.

“Al momento estamos colaborando con la Universidad Central del Ecuador, cuyos docentes y estudiantes están realizando una investigación sobre los rondadores. Así mismo, estamos trabajando con artistas contemporáneos que quieren elaborar muestras partiendo de la colección”, estableció.

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