
Aisha Syed: “Preservar mi identidad latinoamericana es una bendición”
La violinista dominicana se presentará en Quito en la Casa de la Música, este 30 de mayo, bajo la batuta de Davit Harutyunyan
Suele existir cierto prejuicio en torno a la música sinfónica, no solo entre las audiencias, sino incluso entre quienes cubrimos la escena musical. Se suele pensar que se trata de un género elitista que solo puede ser apreciado y creado por personas de gustos exquisitos de determinados círculos sociales, que miran únicamente hacia el pasado.
Por eso es tan refrescante conocer a una violinista clásica como Aisha Syed, que defiende conceptos como la autogestión, identidad, espíritu colaborativo, renovación, y que con su fundación Music for Life lleva la música clásica a lugares donde no suele ser escuchada como hospicios, orfanatos, hospitales, escuelas y cárceles, además de formar a niños de su país en este arte.
Existen varios momentos decisivos en la vida de esta violinista dominicana que han ido marcando su carrera. Como cuando a los 11 años tocó con la Orquesta Sinfónica Nacional Dominicana, interpretando una composición del alemán Max Bruch. “Después de eso, mi profesor le dijo a mi madre, que yo ya había hecho todo lo que un violinista solista podía hacer en el país. Nos dijo que había una escuela de música clásica de niños prodigios en Europa, y sería increíble si ella pudiera asistir”, recuerda ella.
Se trataba del Yehudi Menuhin School en Londres, Inglaterra, donde la aceptaron cuando tenía 13 años y tuvo la oportunidad de ser dirigida por gigantes de la música clásica como el ruso Mstislav Rostropovich, o el islandés Vladimir Ashkenazy.
El siguiente paso en su educación musical fue el también londinense Royal College of Music, gracias a una beca del gobierno británico, que logró en una prueba a la que se presentaron cerca de 3.000 aspirantes. Se trata de una institución con cientos de años de historia y donde estudiaron Leopold Stokowski o Gustav Holst, el compositor de la Sinfonía de los Planetas.
Sobre esto y mucho más conversamos con Aisha antes de su presentación este viernes 30 de mayo en la Casa de la Música en Quito, en la que interpretará composiciones de Mozart, Brahms y Beethoven, bajo la dirección del maestro Davit Harutyunyan.
Aisha, estudió música en Londres, pero antes tuvo una formación previa en su país.
Me inicié en el violín a los cinco años. Mi hermana mayor tocaba el violín primero, pero a ella no le gustaba. Mi mamá amaba el arte y nos ponía en muchas clases; no necesariamente porque tenía dinero, ya que éramos una familia de clase media baja. Pero somos una familia mixta: mi papá es pakistaní, mi mamá dominicana; entonces siempre tuvimos mucha exposición a diferentes culturas y celebramos la tolerancia. Crecí con eso.
Muchas veces resulta pesado para un niño el aprendizaje de un instrumento.
Te cuento que mi mamá me dice que a los ocho años de edad yo le dije: “Tengo que salirme de la escuela porque si no, no voy a poder avanzar con el violín”.
Cuánta determinación a tan corta edad.
Mi mamá hizo un arreglo con la directora del colegio, de manera que yo iba como dos o tres veces al mes a la escuela. Desde mi pueblo, Santiago, me fui a vivir a la capital con mi profesor, que se convirtió en mi segundo padre. No sé cómo mi mamá hizo eso, porque yo con mi hija que tiene seis años jamás lo haría.
Esa formación fue decisiva.
No solo en cuanto a la formación técnica y musical, sino en cuanto a formación de mi identidad. Esta vez tocaré temas de Mozart, Beethoven y Brahms, pero como dominicana y latina en mis conciertos incluyo obras de artistas como el mexicano Manuel Ponce, el argentino Daniel Freiberg...

Eso se nota en su disco Heritage, donde tiene composiciones del dominicano Rafael Solano, por ejemplo.
Él para mí ha sido muy importante. Sus obras están siendo interpretadas inclusive por Placido Domingo.
También incluye composiciones del argentino Astor Piazzollla.
Piazzolla para mí es increíble y no solamente por su música sino por su historia. Él se fue a Francia a estudiar con Nadia Boulanger. Él contaba que era el único latinoamericano allá y componía en el estilo de los europeos. Entonces Nadia le dijo: “Pero si tú eres de Argentina, ¿qué música se escucha allá?”. Él le habló del tango y ella de dijo: “Pues trata de encontrar tu identidad en tu música”. Y él comenzó a abrazar su identidad, y hoy es para nosotros los latinos un gran orgullo.
Usted también fue la primera latina en el Yehudi Menuhin School, ¿verdad?
Sé que tuvieron un alumno venezolano en los años sesenta, pero la escuela no estaba formada tal cual como ahora. La mayoría eran chinos, rusos, japoneses, coreanos, de un nivel técnico altísimo.
Usted le añadió más color todavía viniendo de Latinoamérica.
Yo abogo mucho por la música nueva, la música contemporánea. Claro, dentro de la sombrilla de la música clásica, pero con compositores latinoamericanos. En mi próximo disco tenemos, mexicanos, argentinos, creo que un brasileño, varios dominicanos. Muchas de esas obras son relativamente nuevas. Es algo que me interesa mucho porque, claro, tenemos nuestra historia, pero también estamos construyendo nuestra historia en un mundo tan globalizado y falto de arraigo. Me he inspirado mucho en personas como por ejemplo el venezolano Gustavo Dudamel o el peruano Juan Diego Flores y hay muchos artistas latinoamericanos que han tomado un lugar importante dentro de la música clásica.
El trabajo con su fundación Music for Life
Cuéntenos acerca de lo que hace su fundación.
Gracias a nuestros patrocinadores podemos traer maestros de Europa que dan clases a nuestros niños. Al final de esa clínica musical, que dura unos tres días, se realiza un concierto en el Palacio de Bellas Artes o en el Teatro Nacional de mi país. Les damos esa oportunidad no solamente de tocar en grupo, sino que los más destacados pueden tocar como solistas.
Para muchos niños, sin su ayuda eso sería imposible.
Les digo a los chicos: “Invéntense las oportunidades. Si ustedes ven que no hay conciertos, ustedes pueden organizar presentaciones. Inviten a sus otros amigos estudiantes”. Les digo que no piensen que son competencia entre ustedes. Y claro que van a tener errores, pero simplemente avanzan.
Esa filosofía del “hazlo tú mismo” es la esencia de la escena punk y metal. Escucharla de boca de una violinista clásica me toma por sorpresa, pero me parece genial.
En mi caso, cada vez que me invitan a tocar a un lugar, siempre pido que me busquen un lugar donde yo pueda dar clases o una institución donde pueda hacer un pequeño concierto, sea un hospital, un orfanato, un centro correccional. Es mi forma de devolver todo lo que recibo de la vida.
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