MINGA DE VECINOS EN SA (7770731)
Hecho. En Samanes 4 prevalece la unión, los vecinos piden atención urgente para seguir creciendo como barrio.Álex Lima

Sociólogo: “No escuchar al votante, mata hasta su ganas de ser solidario”

Que sus peticiones sean ignoradas por las autoridades, pone en riesgo la convivencia en el barrio.  La desesperanza, alertan los expertos, da cabida al individualismo que destruye

Que la Alcaldía de Guayaquil y sus concejales ignoren las peticiones de sus votantes afecta significativamente la vida de barrio. Mata la colectividad y esas ganas de trabajar, en conjunto, por el bien de la comunidad.

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Así lo alertan las familias, los sociólogos y urbanistas consultados, en respuesta a la publicación que hizo EXPRESO el pasado lunes; y en la que se detallaba la desesperanza con la que viven los guayaquileños al no recibir respuestas a los pedidos hechos a las autoridades para que tomen en cuenta sus problemas. Que los plantones y oficios enviados, que los pedidos públicos y expuestos en las redes sociales pasen desapercibidos por la autoridad, advierte el sociólogo Eduardo Morales, los obliga a no “querer remar más del mismo lado”.

“Y ojo, que esto no lo hacen por ser malos vecinos. Ese comportamiento que llegan a adoptar, que es fácil de adquirirlo, surge porque cansados de arar en el mar, a los habitantes no les queda de otra que buscar la manera de trabajar solo por sus beneficios”, alerta.

El sociólogo Andrés Martínez, quien asegura que -políticamente hablando- los efectos de ese desinterés se pueden ver reflejados en los votos que puedan o no alcanzar en una próxima elección la alcaldesa, el vicealcalde o los miembros del partido al que representa; coincide al advertir que es esta falta de acción la que hace que el ciudadano pierda la fe en el sistema público, “si es que alguna fe todavía le queda”.

Este tipo de desilusión provoca estrés y desunión. Empuja a los vecinos a no ser parte de la colectividad porque sienten que sus fuerzas se apagan, al recibir otro rechazo de la autoridad.

Leticia Ortega Rosines

psicóloga y perito judicial
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“Perder la confianza en la autoridad realmente es más terrible de lo que uno puede creer. Da cabida al individualismo que destruye, ese en el que solo miras por ti o tu vivienda, y en el que dejas de ser solidario para intentar, como puedas, resolver los problemas que te aquejan”.

En algunos vecindarios, hay quienes luchan por mantener el espíritu unido y vivo, y no se dan por vencidos, aunque reconocen que el hecho de esperar la reacción del Cabildo es más que triste, agobiante.

Los habitantes luchan y aguantan, pero tras ser ignorados ya por tanto tiempo, decaen. La autoridad no lo ve, pero está perdiendo lo más valioso que tiene: su gente, el corazón de la ciudad.

Brick Reyes

urbanista y planificador urbano

En la ciudadela la Pradera, por ejemplo, los habitantes se han cansado de confirmar que los arreglos en sus calles, repletas de huecos desde hace más de un año, no constan ni en las promociones oficiales municipales. “Los oficios van, los reclamos siguen, pero no hay respuesta ante determinados pedidos. Entre las familias, por civismo y el amor que aún nos queda a nuestro territorio, donamos plantas, pintura, mano de obra y empezamos a mejorar el entorno, lo que podamos; mas es estresante ver cómo importamos solo en época de elecciones”, argumenta Mariana Delgado, de la tercera etapa.

Crisis. La desesperanza y desilusión que puedan sentir los vecinos al ser ignorados pueden dar cabida incluso a los conflictos vecinales, alertan los expertos.

A Karla Maldonado, residente de Samanes 4, el barrio que lleva ya una década clamando por ayuda para que regeneren la caminera del parque central que se va cada vez más desmoronando; le intriga saber cuánto conocen los concejales a su comunidad.

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“Quisiera preguntarles cuántas veces las han visitado, qué tiene y le falta a cada zona. En Samanes, la Alborada, Sauces, El Cóndor, nuestro barrio..., no han estado nunca. Nosotros seguimos en la lucha y lo estaremos hasta que reaccionen”, advierte.

Pero si bien estas ganas de no bajar los brazos son loables y dignas de un ciudadano de cepa, coinciden el urbanista Brick Reyes y la psicóloga clínica y perito judicial, Leticia Ortega Rosines; no siempre terminan siendo la característica de una comunidad, puesto que cansada del desengaño, va perdiendo el entusiasmo por luchar.

“¿Para qué más?, se preguntan. ¿Por qué reunirse y pedir a gritos atención? ¿Por qué hacer mingas y trasladar el civismo y el respeto al barrio en las nuevas generaciones, si tampoco van a ser atendidas? Las dudas salen a flote, así como la baja autoestima colectiva barrial. Y la responsabilidad de aquello no la tiene el residente, que quede eso claro. Si no la persona o la entidad a la que le confiamos nuestro voto”, sentenció Ortega.