
Puná, una isla hundida entre los piratas y carreteras destrozadas
Pescadores aseguran ser constantemente extorsionados por bandas criminales. Las vías internas urgen ser reconstruidas
En Puná, el miedo a ser extorsionados ya no existe: la mayoría de sus pescadores ya lo sufre. Ahora, el temor más grande es perder la vida o que un familiar sea asesinado. Esto se debe a que los piratas están ahogando la paz de los comuneros.
Un equipo de EXPRESO visitó la isla y comprobó que, en el ambiente, ya sea en el agua o en tierra, se respira miedo. Los testimonios de sus habitantes también revelan otra problemática que enfrentan a diario: el mal estado de sus vías.
Los rostros de incertidumbre se multiplican entre decenas de comuneros al llegar al improvisado muelle de la cabecera parroquial Puná Nueva. Durante el trayecto desde Guayaquil, que inicia en el muelle de la Caraguay, el principal tema de conversación entre los 40 pasajeros de las lanchas son las extorsiones en altamar. Al arribar al destino, todos respiran profundo, aliviados de no haber sido víctimas de robos o amenazas.
El drama de los puneños que sufren extorsiones
“Parece que, como ya todos los pescadores están extorsionados, ahora van por las lanchas que transportan personas. Ese es el miedo. Justo por eso ya no se hacen dos viajes, ahora solo es uno al día (14:00) y se lo realiza encomendándose a Dios”, contó el comunero Juan Gonzabay.
En tierra firme, la conversación entre pescadores ya no gira en torno a cómo estuvo la faena, sino a si hubo ataques en medio del mar. “Se vive con miedo a cada instante, incluso cuando uno ya paga la vacuna. Igual tememos que nos hagan algo”, relató el propietario de una lancha que pidió que no se tomen fotografías ni se revele su identidad por miedo, pero reveló que paga 50 dólares por “seguridad”.
El pasado 1 de agosto, la embarcación Lissette, que transportaba suministros para la isla, fue atacada presuntamente por una de las bandas delincuenciales que azotan la zona. Pocos se atreven a hablar del tema, pero coinciden en que es apenas un reflejo de lo que se vive a diario.
El ambiente en el muelle es de hostilidad. Durante la visita del equipo periodístico, un hombre que merodeaba el sitio pidió de manera intimidante que no se tomen fotografías y sugirió retirarse.
Aun así, fue posible recabar información sobre las extorsiones. Puná estaría siendo blanco de al menos dos grupos de delincuencia organizada: los Tiguerones y Los Lobos, que siembran terror en el mar.
“Se necesita una intervención real de las Fuerzas Armadas. Lo que hacen ahora sirve de muy poco, porque igual seguimos siendo atacados”, lamentó un comerciante, que afirmó que luego del último ataque se ha fortalecido la vigilancia de autoridades, pero solo en tierra firme, ya que en medio del agua las extorsiones se mantienen.
En la isla, la inseguridad se concentra en altamar. En tierra, la situación es distinta: varios comerciantes aseguran que no hay un índice elevado de delitos. De hecho, según personal de la Policía Nacional que se encontraba en el pequeño UPC en el interior de la isla, en el último mes no se han registrado asaltos ni asesinatos.

Vías destrozadas, el otro problema de la isla Puná
Sin embargo, los problemas cambian de rostro en la parte interna de la isla. Pese a que hay calles que sí tienen asfalto, el estado de las carreteras es otro drama para los habitantes. “Son un dolor de cabeza. Son muy angostas, lo que obliga a movilizarse en moto, pero el polvo nos está matando”, comentó Eliseo Aguilar, quien transporta pasajeros y afirma que su oficio es demasiado riesgoso por los huecos y la falta de iluminación.
“Acá el problema no es tanto la delincuencia. Lo que nos mata es el polvo. No hay carreteras asfaltadas, todo es tierra y huecos”, reclamó indignado.
La situación empeora en invierno, cuando los caminos quedan prácticamente inhabilitados. “Si llueve, no se puede andar. Ni en carro ni en moto. Ha habido días en que nadie puede movilizarse porque las carreteras se convierten en ríos”, relató Saúl Vivero, otro motociclista que vive de este oficio.
El pedido ciudadano a las autoridades es claro: construir vías que permitan una circulación digna entre los recintos dentro de Puná. “También somos Guayaquil; somos una isla, pero nos tratan como si no existiéramos. Necesitamos que las autoridades nos atiendan”, exigió María Torres, quien asegura que en los últimos 30 años el avance ha sido mínimo. “Sí hemos mejorado en algo, pero seguimos siendo los patitos feos de Guayaquil. Necesitamos más seguridad y carreteras seguras”, protestó.

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡Suscríbete a EXPRESO!