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Hecho. Los cuidadores dan a los visitantes un tique o simplemente anuncian que se les debe pagar tres dólares por seguridad, siempre por adelantado.GERARDO MENOSCAL

“Pagar $ 3 en La Puntilla solo por parquearse es un abuso”

Hay quejas por la presencia de cuidadores informales. Visitantes plantean que haya guardianía privada. El Municipio calla frente a la problemática

Termina el turno de Parqueo Seguro y llegan los franeleros. En La Puntilla, en Samborondón, los parquímetros están operativos de 08:00 a 20:00, a excepción de los fines de semana, cuando las máquinas ‘descansan’. Y en esos intervalos, quienes se encargan de la seguridad (una que no se siente, a decir de la comunidad) son los cuidadores informales.

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Su presencia, común en la zona de Los Arcos, la de mayor movimiento comercial en toda la parroquia urbana, en las últimas semanas ha sido motivo de quejas. Que cada franelero exige $ 3 como pago por el ‘cuidado’, alertan.

“No importa si bajas a comprar unas simples galletas o si te quedas menos de una hora en el lugar, igual te toca pagar ese dinero. Y ojo, que te imponen pagar antes. Mi pregunta es por qué. Me he quejado, ya me he peleado con ellos. Uf, ha sido estresante. Y lo peor es que igual hay inseguridad. Quisiera saber si cuando llega un ladrón, acaso con la franela los frenan”, reclama Analía Pereira, quien habita en Ciudad Celeste.

Otros puntosCerca de la iglesia de Entre Ríos, donde se levantan comercios y restaurantes, también cobran, pero un valor menor o voluntario. 

EXPRESO estuvo en el lugar, tras una serie de llamadas que los lectores hicieron a la Redacción, y constató que alrededor de las 19:00, una hora antes de que las máquinas dejen de operar, los cuidadores llegan a escoger sus ‘puntos de trabajo’. Cada uno llega con su respectivo chaleco reflectivo y un silbato. Y cuando son las 20:00 empiezan a ubicar a los automovilistas, que en su mayoría visitan los restaurantes y restobares del lugar.

Basta que se sitúen en el espacio y aparecen como ‘magos’ para entregar un papel que en letras rojas marca cuánto hay que pagar.

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Según los visitantes, unos lo hacen con un tono cordial, mientras que otros exigen el pago. “Te les puedes escapar al inicio con un ‘saco plata y vuelvo’, pero a veces parece que tienen memoria fotográfica, porque cuando vuelves te preguntan: ‘¿Ya tiene el suelto?’, y solo te quedas impresionado y les das lo que cargas. Unos lo aceptan, otros reniegan. A veces también te dicen: ‘Si no tiene, retírese para que se sitúe otro conductor’. Eso es inconcebible. Este es un espacio público”, relata Samuel Rivadeneira, quien asiste a los bares del lugar los sábados.

Yo creo que si van a cobrar, al menos deberían dar una garantía real de guardianía. Los locales deberían unirse y contratar una agencia de seguridad.

Juan Orellana, ciudadano

Muchos ciudadanos se quejan de esta problemática, pues no les parece que $ 3 sea una tarifa justa, además de que consideran que estos ‘cuidadores’ no llevan consigo ningún tipo de arma o implemento para disuadir a los criminales.

“¿Quién los trajo aquí? ¿Están autorizados por la Policía o el Municipio para cuidar y hacer estos cobros por adelantado? ¿Son personal capacitado? He preguntado esto varias veces al Cabildo, pero allá nadie te da respuestas”, dice Nathalia Cascante, habitante de Entre Ríos.

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Situación. Los franeleros llegan desde las 19:00 de lunes a viernes. Los sábados y domingos están todo el día. En Los Arcos hay cerca de 10.GERARDO MENOSCAL

EXPRESO interpeló a la Autoridad de Tránsito y Vigilancia de Samborondón (ATV) y al Municipio de Samborondón sobre estas dudas colectivas y las medidas que tomarán, y solo la primera respondió para decir que no tiene competencia en el tema.

¿Quién les dio permiso a los cuidadores para operar?, ¿cumplen con algún tipo de capacitación en materia de seguridad?, ¿ quién dio luz verde a ese cobro abusivo?, fueron algunas de las interrogantes que este Diario envió al Cabildo, pero que hasta el cierre de la edición no hallaron respuesta.

En el recorrido, EXPRESO dialogó con varios cuidadores, que señalaron que el permiso para operar fue otorgado por la Policía, pero esta información fue desmentida por la comandancia de Policía de la Zona 8.

Es gente que necesita el dinero, pero sí me parecen algo poco moral estos cobros. Y como no existe algún control oficial de esto, tampoco tienen problemas legales.

Jaime Muñoz, ciudadano
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De acuerdo con uno de los franeleros, ellos no han recibido una capacitación previa para resguardar los vehículos, pero sí manejan botones de pánico para alertar a los agentes de cualquier delito. Acerca de la justificación del valor que cobran, no respondieron. Y sobre las veces que han alertado a la autoridades por un delito o posible asalto, la mayoría dijo no recordarlo.

Hay visitantes que opinan de forma favorable sobre la ayuda que los franeleros podrían dar, pero consideran que con la ola de inseguridad que existe en el Gran Guayaquil, se debería optar por darles más implementos o realizar la contratación de personal realmente capacitado.

“Me parece alto el valor. En reuniones familiares, a veces resulta que vamos en cuatro carros. Pasmos una hora y pagamos 12 dólares. Es altísimo. Recuerdo que en el centro de Guayaquil se pagaban $ 1,50 o $ 2 y ya era alarmante. Esto es un abuso. No pueden operar así. Es un robo. Si quieren ser parte de la seguridad, está perfecto. Pero cobren uno, no tres dólares. ¿Dónde están las autoridades que no hacen nada?”, manifiesta la guayaquileña Laura Vinueza.

Ven que soy mujer y que voy sola, y se ponen más insistentes para que les pague. Yo les doy un dólar y ya, pero me asusta cuando se ponen con esa actitud.

Nadia García, ciudadana

Para la ciudadana Soraya Villegas, si bien no está mal que trabaje en el área, sí resulta negativo que no tengan entrenamiento y que exijan el pago por adelantado, como si fuera parte de un protocolo. “Ellos solo le están dando una ‘miradita’ al carro. Cuando es así, siendo la calle un lugar público, con 50 centavos o un dólar es suficiente. ¿No le parece?”.

Gabriel Delgado, quien frecuenta las discotecas del punto, hace un llamado al control. “Es agobiante tener que pasar un mal rato porque el guardia se enojó o porque no le quise pagar o porque le reclamé. Es una mala experiencia. ¿Quién quiere divertirse así? No estamos en una ciudad ni país seguro. Crees que todo puede pasar. Así ni la pasas bien”, piensa.

“A veces son insistentes, a tal punto que siento miedo. Si se supone que lo que nos dan es protección, no tendría por qué sentirme así. Es contradictorio. Lamentablemente, no hay respeto ni regulación”, opina la residente Nadia García.