Editorial: Discriminación

El país no necesita autoridades que solo hablen cuando les conviene, ni medios que actúen como altavoces del poder

Los funcionarios públicos no pueden seguir escapando de las preguntas que el pueblo tiene derecho a hacerles. Las autoridades, tanto nacionales como locales, continúan privilegiando a los medios que no incomodan, que evitan las preguntas difíciles y que aplauden sin contrastar. Huyen de los periodistas que investigan, que interpelan, que exigen respuestas. Se sienten cómodos en entrevistas pactadas, rodeados de elogios huecos y libretos cuidadosamente preparados.

El silencio selectivo es también una forma moderna de censura. Las autoridades no conceden entrevistas, no responden llamadas, no aceptan cuestionamientos fuera del guion. Así fabrican una realidad ficticia, donde siempre tienen la razón y nadie les pide cuentas. Pero esa comodidad tiene consecuencias graves: debilita la democracia, ahonda la desconfianza ciudadana y perpetúa la impunidad.

Ecuador no puede avanzar con gobernantes que le temen a la verdad. El país no necesita autoridades que solo hablen cuando les conviene, ni medios que actúen como altavoces del poder. La ciudadanía exige respuestas concretas, no discursos vacíos. Reclama transparencia, no espectáculos. Señores funcionarios: recuerden que el silencio también los desenmascara.