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Rosa Torres Gorostiza | La credibilidad está bajo ataque

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Las mafias, acorraladas por denuncias y revelaciones, buscan demoler lo que queda de confianza pública

Si el ingenio y la astucia de quienes fabrican noticias falsas en el Ecuador se usaran en beneficio del país -para construir una sociedad más justa y una economía vigorosa- otra sería nuestra realidad. No estaríamos atrapados en el espiral de inseguridad, miedo y pobreza que hoy define el día a día de millones de ecuatorianos.

Pero la verdad es otra. Los políticos corruptos que han visto tambalear sus estructuras criminales y las mafias enquistadas, tanto en lo público como en lo privado, están decididas a demoler lo poco que queda de credibilidad en figuras, instituciones y medios que les resultan incómodos. Entre ellos, los diarios EXPRESO y EXTRA, blanco frecuente de ataques orquestados.

Ejércitos de trolls, bien financiados con dinero sucio -ya sea del narcotráfico o saqueado de los fondos públicos- difunden noticias falsas a gran velocidad, aprovechando los canales digitales. Lo hacen con plena conciencia de la escasa preparación de la población para diferenciar entre lo veraz y lo manipulado. Las redes sociales, que permiten un anonimato tóxico, se han convertido en el caldo de cultivo perfecto para este juego sucio de mafiosos.

Y entonces surgen las preguntas urgentes: ¿cuál es el propósito real detrás de crear un pánico financiero contra el Banco Pichincha? ¿Por qué suplantar a medios con alta credibilidad, como EXPRESO y EXTRA, para diseminar la mentira? ¿Qué intereses oscuros se están moviendo en el sistema bancario nacional?

No hace falta ser adivino para advertir que ciertos sectores -personas, instituciones y hasta medios- han sido marcados como blancos a eliminar, atacando su credibilidad y estabilidad financiera. Quienes orquestan esto temen que sus crímenes salgan a la luz.

Los disparos contra la prensa seria, comprometida con la defensa de los intereses de la población, pueden venir desde muchos flancos. Y entre ellos están las mafias instaladas en los institutos de seguridad social, en los hospitales, en las empresas eléctricas y petroleras, en el gobierno central y en los municipios. Todos temen que se les desenrede la madeja de corrupción que los sostiene.