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Juan Carlos Holguín | ¿Por qué el asfalto es tan malo en nuestro país?

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Desde un punto de vista criminológico, los expertos aseguran que las comunidades con entornos descuidados son más violentas

Se trata de un tema difícil de comprender cuando no eres un técnico. ¿Por qué el asfalto es tan malo en nuestro país? ¿Por qué nuestras vías están en tan mal estado, de manera sostenida y constante? ¿Cómo se maneja el negocio del asfalto en Ecuador?

En alguno de los recorridos políticos que presencié en los últimos años, escuché a alguien comentar que existen “carteles” del asfalto y del asfaltado en el país. Y lo explicaba mencionando que no se trata solo del asfalto, sino de toda la estructura que existe para ganar contratos en gobiernos provinciales y municipales de repavimentación de sus calles.

El asfalto es malo, es evidente. Pero tampoco se ha permitido que se masifique la pavimentación en concreto u hormigón. Últimas alcaldías lo iniciaron, pero no se nos ha explicado cuáles son las ventajas o desventajas de utilizarlo. ¿Se oponen estas empresas que tienen una especie de monopolio en la repavimentación de las calles? ¿Se puede utilizar este tipo de pavimento en todo el país?

Las vías del Ecuador están en muy mal estado, salvo algunas que se encuentran concesionadas. ¿Tienen las empresas concesionarias el mismo proceso de pavimentación que otros contratistas que entran a una vía, bachean y salen? ¿Usan el mismo material?

La coyuntura actual en que se encuentra este insumo básico que presenta escasez por la falta de operación de la Refinería Estatal de Esmeraldas ha servido de excusa a los alcaldes y prefectos para justificar su falta de obras.

Pero no es solo el estado de las vías. Por ejemplo, los miles de ‘tallarines’ de cables que están regados por todos los postes y calles de las ciudades del país, que se suman al mal estado de las vías, aceras y paredes de la mayoría de barrios, causando efectos en la sociedad que siguen sin analizarse.

En 1969, el profesor de la Universidad de Stanford, Philip Zimpardo, hizo un experimento que se denominó “La teoría de las ventanas rotas”. Consistió en abandonar dos autos de iguales características en dos barrios de distintas realidades socioeconómicas de Estados Unidos. Aunque en un inicio se creyó que en el barrio de Palo Alto el auto permanecería intacto, mientras que en el Bronx sería vandalizado, pocas horas después de romper deliberadamente una ventana, el auto fue destruido también en el primer barrio.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un barrio considerado seguro puede disparar un proceso de violencia? Porque no se trata de realidades económicas, sino de las realidades sociales. Un vidrio roto proyecta una idea de descuido, de desinterés, lo cual rompe los códigos de convivencia, generando una sensación de abandono.

Desde un punto de vista criminológico, los expertos aseguran que las comunidades con entornos descuidados son más violentas. Cientos de cables colgando, aceras en mal estado, paredes rayadas, y vías en mal estado, constituyen caminos directos a la destrucción de la buena convivencia.

Entonces la calidad del asfalto no es solo un problema de obra pública. ¿No será que está pasando lo mismo que con el negocio de combustibles?

Necesitamos reflexionar estos temas que parecen absurdos y pequeños, pero que terminan siendo disparadores de los grandes problemas de nuestra sociedad: la violencia y la corrupción.