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Algunos padres buscan referencias familiares, pero otros dejan volar su imaginación.Miguel Canales

Nombres, la costumbre de la rareza

Para varios guayaquileños, la excentricidad es la regla para asignar un nombre a sus hijos; pero podría generar afectaciones sociales y psicológicas

Elegir un nombre nunca es fácil, más aún cuando son para los hijos. Aunque algunos buscan referencias familiares para ellos, otros dejan volar su imaginación o los escogen de la cotidianidad o de productos mediáticos. A pesar de ello, ¿esto puede ser contraproducente?

Desde 2019, según datos del Registro de Nombres y Apellidos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 1.669 personas han sido inscritas con nombres considerados extraños y/o pocos comunes, en Guayaquil. Hitler es el nombre con el que 646 menores han sido registrados, seguido de Ecuador, con 608 casos.

Sin embargo, allí no queda la lista. Existen niños registrados como: Semen (2), Thor (7), Casio (3), Ingueboor (2), Excel (5), Alien (7), Groenlandia (9), Sombra (2), Barco (5), Malcom (29), Ron (7), Superman (6), entre otros. Pero dentro de este panorama, solo hay un ecuatoriano con cada uno de estos nombres, entre ellos: Alf, Copia, Zherezhadde, Achiote, Ashanga, Eléctrica, Cereal, Chiste, Clarkent, Corner y Lliwyaqillari.

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El dramaturgo Hugo Avilés considera que no hay un hito histórico para el surgimiento de esta tendencia o costumbre tampoco tenga un atavismo cultural, sino que las personas solo buscan que sus hijos sean recordados, transcendidos a originales y hasta famosos por sus singulares nombres. Sin embargo, sostiene que sí hay circunstancias que los contextualizan o propician, como en la década de los 80, con la presencia televisiva de las novelas venezolanas.

En ese tiempo, las chicas comenzaron a llamarse Yajaira, Chiquinquirá, Yamilet; en cambio, los hombres gozaban de un prestigio si es que a su nombre original se adosaba un “Andrés”, es por eso por lo que muchos se llamaban: Luis Andrés, Carlos Andrés, Juan Andrés, rememora Avilés. También existió la costumbre de las personas tuvieran más de dos nombres, esto lo vivió la generación de los ‘baby boomers’, entre ellos, él: Hugo Enrique Roberto, agrega.

El historiador y catedrático de la Universidad de las Artes y de la Universidad de Guayaquil, Ángel Emilio Hidalgo, señala que este fenómeno tiene que ver con la cultura mediática de la sociedad contemporánea que asume como ícono a ciertas figuras, personajes e imágenes de las industrias culturales; así como a hechos o a acontecimientos recientes. Es por eso, indica, que aparecen los nombres Batman, Superman y hasta marcas de carros, como Daewoo; lo cual podría deberse a una especie de aspiración a cierto estatus social y al deseo de atraer esa sensación de confort, progreso personal y de éxito económico.

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Para el psicólogo Mario Ochoa, otras de las razones por las que las personas optan por llamar a sus hijos con nombres no comunes es porque existe la tendencia a diferenciarnos, ya que queremos hacer una distinción con el otro. Pero los padres no analizan el impacto social que podrían tener sus hijos al llamarse de esa forma.

Esto, porque por lo general, los padres son jóvenes que muchos de los nombres tienen que ver con personajes de las industrias culturales de las últimas décadas, explica Hidalgo. A su criterio, este fenómeno ha crecido en los últimos años.

Pero el colocar estos nombres a los niños puede afectarlos, asevera Ochoa, porque es en la infancia cuando se tiende a estereotipar o a señalar todo lo que es fuera de lo común, por su contextura física, color de piel o por el nombre. Esto, indica el psicólogo, podría afectar en la autoestima porque si existe algún tipo estigma, debido al nombre que se preste para algún tipo de burla, lo que le otorgaría a la persona una etiqueta social. Más aún cuando el adulto no corrige este tipo de interacciones sociales, sino que las refuerza mediante la risa, puntualiza.

Esto, explica Ochoa, provocaría una desviación de una conducta, convirtiéndola en disfuncional, ya que el menor creerá que, al burlarse de la gente, podrá destacar y ganarse la atención de los demás. Agrega que, a veces, salir de esas etiquetas es complicado, más si es un entorno en el que deberá interactuar frecuentemente.

Pero la afectación también podría ser social, explica el psicólogo, ya que las personas podrían alejarse o crear perjuicios, lo que genera que los niños tengan una dificultad extra para establecer un vínculo.

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La psicóloga infantil Jessica Loor recalca que un nombre no puede generar vergüenza; nos debe generar identidad, reconocimiento y seguridad, ya que el nombre es la primera palabra que nos identifica. Debemos tener cuidado de exponer a la niñez”. Porque de lo contrario, los menores tendrán baja autoestima y a la niñez hay que protegerla.

Por lo que considera que “hay palabras que no deben ser permitidas para nombres, como “Semen”, es que no tiene ningún sentido, acentúa Loor. “Al nombrarlos así, provocamos y exponemos a nuestros hijos y nos hace cómplices de esas situaciones de burla y de crueldad en cualquier entorno”.

De acuerdo con datos de la Dirección General de Registro Civil, Identificación y Cedulación, desde 2019 hasta 2023, 3.525 personas han cambiado sus nombres. El mayor índice de cambio se registró en 2019, 901 personas lo hicieron; lo que representa el 25,5 %. Seguido del 2021, donde 758 optaron por registrarse con otro nombre.

Asimismo, el INEC registra que los nombres que más se han inscrito, desde 2019 hasta 2023, son: Liam, Mía, Thiago, Dylan, José, María, Carlos, Emma, Luis y Ángel.

  • Apellidos que poco se han registrado

De acuerdo con datos del Registro de Nombres y Apellidos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 12 apellidos estarían por perderse por ser los menos inscritos como primer apellido. Entre ellos: Nisa, Llumitagsi, Pinas, Noury, Masapunte, Damerval, Buzzetta, Cochay, Campa, Bradford, Can Sing y Abedrabo.

A criterio de Ángel Emilio Hidalgo, historiador y catedrático de la Universidad de las Artes y de la Universidad de Guayaquil, muchos de estos apellidos tienen relación con las olas migratorias que ocurrieron desde Europa hasta América hace varios años atrás. Sin embargo, la descendencia está llegando a su fin, debido a que la última generación no ha tenido hijos. Aunque también tiene relación que las descendientes fueran más mujeres que varones.

Para el abogado y político Jaime Damerval es una sorpresa que su apellido conste en la lista. Su ancestro Adolfo D’Amerval Mazy, oriundo de Francia, llegó en 1899, formando parte de la II Misión Geodésica francesa. El padre del abogado Damerval nació en Loja. Más adelante, su familia se trasladó a Guayaquil, donde él nació, en 1940. Según la plataforma digital de Nombres y Apellidos del Ecuador del INEC, el primer Damerval se inscribió en 1906.

Hidalgo menciona que, aunque en Ecuador, estos apellidos son pocos comunes y se encuentran en extinción, no significa que en otros países lo sean. Aun así, “este es un fenómeno cíclico, que siempre se da y que se ha dado en todas las sociedades”.

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