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Los mimos contagian de alegría a los conductores. Muchos de ellos amablemente detienen sus vehículos y dan una moneda a los artistas callejeros que se sienten agradecidos.Christian Vinueza / EXPRESO

Los mimos llevan alegría a las calles con su arte mudo

Se divierten mientras sacan una sonrisa a conductores.  Cada uno tiene una historia que marcó su vida. Quienes los observan se quitan un poco el estrés

Verlos es divertido y a más de uno hacen reír con sus silenciosas ocurrencias. Aunque los carros no se detienen, ellos simulan ser agentes de tránsito, pero con gestos graciosos y con una gran sonrisa en su rostro. Cuando la luz del semáforo cambia a rojo es momento de arrancar el ‘show de los mimos’, que suele durar menos de un minuto. Tiempo suficiente para arrebatar sonrisas a lo mudo.

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Desde el interior de los carros, muchos ríen y estiran la mano para gratificar ese momento de distracción. “Se lo merecen”, exclama un conductor que con prisa acelera la marcha del vehículo porque el semáforo cambió a verde.

“A veces uno va amargada por el agobiante tráfico de la ciudad y me topo un mimo en el semáforo, me da alegría, al menos por un pequeño momento”, comenta Joselyn Arteaga, quien conduce un pequeño auto negro. La presencia de estos personajes, que cada vez se instalan en más rincones de la ciudad, la hacen olvidar de lo inseguro que se ha vuelto el Puerto Principal.

Bailando, haciendo muecas, simulando halar un carro y hasta coqueteando con picardía, pero con educación, observamos a José Miguel Castillo, un mimo de 26 años que a diario sale a trabajar con la intención de sacarle una sonrisa a los conductores, pero también unas monedas para alimentarse.

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Ni la discapacidad los detiene a la hora de trabajar. Con sonrisas y con gestos muestran su lado alegre. Tratan de inspirar y motivar a los conductores.Miguel Canales / EXPRESO

“Aquí son muy amables, la gente colabora. La intención es hacerlos reír, hay algunos más difíciles que otros, pero siempre buscamos diferentes maneras y lo logramos”, comenta Castillo.

Ser mimo es transmitir emociones. Ver las sonrisas es lo más importante.

José Miguel castillo, artista callejero

Emilio Machuca, dueño de una florería cerca del semáforo donde labora el mimo, en la avenida Víctor Emilio Estrada y Las Monjas, expresa su admiración por los pintorescos personajes. “Yo los veo aquí trabajar durante la tarde, es impresionante ver que casi nunca están molestos, creo que ese es un talento innato. Como sea hacen que el semblante de la gente cambie”, sostiene.

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Como parte de su acto, José Miguel despliega un bailecito. Le encanta bailar, en especial la salsa choque. Disfruta moverse. “Si no hay risa, no hay dinero”, comenta. Castillo, quien lleva tres años en ese oficio, cuenta que también se gana la vida como barbero. Admite que le va mejor en la calle, pintado con la cara blanca.

Con la misma alegría y entusiasmo, pero en otro escenario encontramos a Jefferson Solís, un caleño de 23 años que se disfraza de mimo desde los 15, cuando su tío le enseñó a querer este tipo de arte. “Ser mimo es comunicar y transmitir alegría”, manifiesta.

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Los mimos se han ubicado en diferentes sitios de la ciudad, para sacarle una sonrisa al conductor o peatón, a cambio de alguna moneda.Christian Vinueza / EXPRESO

Pese a que Guayaquil vive en tensión por la inseguridad, los conductores parecen perder el miedo cuando se topan con estos personajes, aun en avenidas como la Francisco de Orellana, Las Aguas, Quito, Machala, que son las arterias que, como ha publicado EXPRESO, se han vuelto críticas por los delitos que se registran.

“Cuando sé que están ahí o que hay malabaristas o que los artistas callejeros están haciendo un show, respiro. Las autoridades deben apuntarle a esto para contrarrestar el miedo, la asfixia que sentimos, con escenarios que nos den algo de paz. Pero no, acá todos los semáforos son puntos rojos. ¿Por qué no pensar en darle vida a estos rincones? Sería mejor, mucho mejor, que ver a los limpiaparabrisas que nos persiguen y hasta insultan”, cuestiona Nathalia Escandón, habitante del norte de la ciudad.

CalleEs muy común ver mimos en Urdesa, avenida Las Aguas; frente al centro comercial Policentro, en la avenida de Las Américas a la altura del aeropuerto.

En la avenida Las Aguas y Enrique Ortega, los conductores detienen sus vehículos para reírse con las ocurrencias de un mimo muy particular. “Es especial, ya que tiene una discapacidad, pero pese a eso es muy alegre y divertido. Parece que fuera el más feliz de todos”, comentó Aldo España, quien a diario dice que disfruta de los pequeños shows y lo gratifica con una moneda.

El mimo irradia mucha alegría y paz en su rostro, pese a la fractura de tibia y peroné que tuvo hace 15 años en su natal Venezuela. “Hay que ganarse la vida, no importa la condición. Cuando era un chamo y tenía 22 años me quisieron robar mi moto en Caracas, no me dejé, me estrellé y quedé así por una bacteria que se alojó en mi fractura, pero eso no importa”, explicó José Soto. Para él, ser mimo es divertido. “Me pinto la cara y me olvido de todo. Es mi mejor terapia, hay que verle gracia a la vida”, recomienda.