
Los retos del artista independiente en Guayaquil para que su arte se venda y exponga
Artistas emergentes se agrupan en talleres para que su propuesta visual trascienda y construya hábitos de consumo cultural
En la juventud y el desarrollo de la academia, Guayaquil encuentra un resurgimiento de propuestas y movimientos artísticos. Una nueva camada de creadores, muchos de ellos formados en la Universidad de las Artes (Uartes), ha optado por agruparse, formalizarse y, esencialmente, atreverse a ‘no estar quietos’ con el propósito de que sus obras se divulguen, se vendan y, sobre todo, trasciendan.
Este impulso los ha llevado a crear sus propios espacios, como el taller del colectivo Esporas en Urdesa. Allí, entre el olor a óleos y el sonido de los cinceles ‘raspando’ el lienzo del grabado, el trabajo no cesa.
El grupo, conformado entre otros por Kevin Alarcón, Steve Berrones, Daniel Salazar y Fabrizzio Echeverría, es un microcosmos de esta nueva dinámica.
Alison Yanchaguano
Decidimos que iba a ser un espacio de producción de arte. Es una iniciativa privada, de autogestión”, explica Alarcón, un artista visual originario de Manta que, como muchos, vio en la ciudad un polo para su desarrollo.
La decisión de unirse no es casual. Para Echeverría, quien a su edad y con una trayectoria en el mundo empresarial y negocios ha asumido el rol de gestor, la colaboración es vital.
“Yo tuve una formación más en Bellas Artes; al entrar a la universidad me topo con el arte contemporáneo, un mundo nuevo”, admite.
El colectivo, dice, permite un intercambio crítico constante. “Es indispensable el punto de vista de tus compañeros. Ninguno somos artistas consumados, nos consideramos emergentes”.

Artistas fusionan habilidades en Guayaquil
Kevin Alarcón
Esta unión estratégica permite costear un taller, pero también fusionar habilidades. Mientras los más jóvenes se enfocan en la creación, Fabrizzio se encarga de la gestión.
“He asumido el papel de gestor. Cada uno colabora con lo que mejor puede”, señala, mientras detalla que la disciplina es un pilar que busca inculcar desde su criterio personal: “Tenemos que tomar distancia de esa masa de artistas que pueden tener buena técnica, pero están a la deriva”.
Para este nuevo movimiento, el desafío es doble: producir obra con un alto sello de calidad y, a la vez, educar a un mercado local que, según perciben, aún tiene un largo camino por recorrer.

“La gente confunde el arte con una pieza de decoración”, lamenta Echeverría. El problema, añade, se agrava con la falsificación en serie de obras de maestros como Guayasamín, lo que “abarata el costo del arte y daña el mercado”.
Steve Berrones
A esta misión se suma la de refrescar la visualidad local. Daniel Salazar, también parte de Esporas, considera que la escena ha estado largamente dominada por iconografías recurrentes como paisajes y bodegones. “Para eso estamos nosotros, para ir a romper con esa conexión y crear otro tipo de propuesta visual y artística”, sentencia.
Costo de obras artísticas en Guayaquil
Steve Berrones, artista proveniente de Ambato, explica que la cotización de una obra es un cálculo justo. “Se tiene que cobrar por hora, por materiales y por el tiempo del artista. No es una reproducción de baja calidad, es trabajo manual que ha tomado mucho tiempo y tiene exclusividad”, afirmó a EXPRESO, mientras terminaba una comisión encargada.
El estereotipo sitúa a la Sierra como el eje cultural del país. Sin embargo, para estos artistas, Guayaquil se ha convertido en el verdadero “caldo de cultivo”.
“En algunos de los cantones de la Sierra no hay una búsqueda por parte del Municipio para impulsar estas situaciones”, opina Berrones. En cambio, describe a Guayaquil como una ciudad con una movilización constante, gracias a instituciones como la Uartes y salones o museos de prestigio.
Kevin Alarcón profundiza en esta idea. “No es un tema de Costa o Sierra, es un tema de la ciudad. Guayaquil, por ser ciudad portuaria, siempre recibió artistas de todo el mundo que trajeron conocimientos del exterior”, argumenta.
Esta influencia histórica, potenciada por la fundación de la universidad, ha consolidado a la urbe como una escena artística desarrollada, distinta a otras ciudades que, aunque ricas en cultura, no necesariamente tienen un circuito de arte contemporáneo tan activo.
Generación de artistas expone sus obras
Esta misma marea creativa se refleja en otros espacios, como en la exposición ‘Morfo asentamientos’, que estuvo abierta hasta el 1 de octubre en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Allí, Karolina Narváez, de Durán, presentó una escultura que entrelaza la luz, los fractales de la naturaleza y la bioarquitectura de los insectos. Para ella, el éxito no es casualidad. “Es esfuerzo, más que suerte. Uno tiene que aprovechar las convocatorias, postular y crear proyectos”, afirma con convicción.
Su colega en la muestra, Jennyfer Criollo, oriunda de Quito, refuerza la percepción de la ciudad como un polo de oportunidades.
“Vine a Guayaquil a estudiar y acá me estoy introduciendo al círculo. Hay mucho potencial, comenzando por los profesores de la universidad que son los pilares”, sostiene.
Para ella, aunque persisten retos, se percibe una creciente apertura para propuestas tridimensionales y contemporáneas.
Así, entre talleres autogestionados y exposiciones académicas, esta generación forja su camino. Saben que para vivir del arte se requiere más que talento: se necesita estrategia, colaboración y una disciplina férrea.
Ya sea en un colectivo o en solitario, su trabajo no solo busca un lugar en una pared, sino sembrar en la ciudad un nuevo y más profundo aprecio por la creación.
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