
Jennifer Nájera, la guayaquileña que abasteció de cangrejos en la cuarentena
Guayacos: Jennifer Nájera ayudó a unir familias y novios separados por el confinamiento a causa del coronavirus. Enviaba mensajes motivacionales en las cajas de las entregas a domicilio
Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.
A Jennifer Nájara Lasso se le humedecen los ojos mientras recuerda el arduo trabajo que junto a su equipo realizó durante el confinamiento, para llevar uno de los manjares más apetecidos a la mesa de los hogares guayaquileños: cangrejos. Una acción que sacó sonrisas, llenó de esperanzas a las familias y unió con una misma comida a quienes no podían darse un beso ni un abrazo.
Sus lágrimas son por la satisfacción de haber aportado en la consolidación de lazos familiares y fraternales; y por el agradecimiento a sus trabajadores, que destaca, es mayor desde la cuarentena.
Está sentada, en su restaurante La Sociedad del Cangrejo, situado entre las calles Miguel H. Alcívar y Víctor Hugo Sicouret, norte de Guayaquil; y a su alrededor hay tranquilidad. Los clientes o socios, como ella les llama, llegan, se sientan, hacen su pedido y disfrutan de una variedad de platos: cangrejos, camarones y otros mariscos en diferentes presentaciones.
Pero esta serenidad dista de la enorme labor que hizo durante la cuarentena y por la que la fama de su local aumentó en las redes sociales.
“Como éramos un restaurante y podíamos trabajar con entregas a domicilio hasta las 14:00, recogíamos pedidos de los socios y llegábamos temprano en la mañana para despacharlos todos. Trabajábamos mucho y a un ritmo como nunca antes lo hicimos, para que todas las familias de Guayaquil que querían comer cangrejos, pudieran disfrutar de ello”, narra esta guayaquileña de 40 años.
Su acción ayudó a recrear lindos momentos, en medio del pánico, estrés y tristeza por la presencia del coronavirus. Por ejemplo, parejas que quedaron separadas y cumplían aniversarios contactaban el restaurante de Jennifer y se hacían pedidos mutuos de cangrejos. La novia hacía pedidos para el novio y él novio para ella. Las mamás pedían para sus hijos como regalo de cumpleaños y viceversa. Luego se sentaban a disfrutar de la comida, juntos, por videollamada.
“Como estábamos atravesando un momento muy difícil, donde todos teníamos miedo, nosotros empezamos a escribir frases de motivación en los empaques de los pedidos. Eran mensajes de aliento. Después la gente nos pedía dedicatorias y hasta transcribir pequeñas cartas de amor para sus amados que no podían ver. Fuimos parte de una serie de historias románticas”, cuenta.
La demanda de clientes fue alta y la modalidad cambió totalmente. Todos los pedidos eran a domicilio. Fue por eso que de tener un motorizado para delivery, antes de la pandemia, llegó a tener cinco en la cuarentena, abriendo así fuentes de empleo.
Lo más interesante del trabajo de Jennifer durante la cuarentena fue la búsqueda titánica que hizo para abastecerse de materiales y del mismo cangrejo, para cumplir con la preparación de los platillos que le hacían sus clientes de diferentes partes de la ciudad.
“Todo estaba cerrado, me quedaba sin envases, cubiertos y otros materiales para empacar y salía a buscar por toda la ciudad qué tiendas estaban abiertas, hasta que encontraba. Y todo con la finalidad de cumplir con los pedidos de los clientes”, detalla.
PERFIL
Jennifer tiene una licenciatura en comunicación, pero luego de abrir su restaurante se convirtió chef profesional y le dedicó más tiempo a la cocina, al punto de que los dos secretos de la sazón de sus cangrejos son sus invenciones. Ahora casi no entra a la cocina porque se encarga de la parte administrativa.
Su local se inauguró en 2012, como un proyecto trazado con su mejor amigo, después de que ella decidió renunciar a su empleo en un canal de televisión como gerente de producción, tras ocho años de trabajo.
“Cuando salí me tomé unas vacaciones de tres meses, me fui a la playa y empecé a buscar dentro de mí un trabajo alternativo al de la televisión y descubrí que el tema del servicio al cliente me gusta muchísimo y lo ligué a algo que me encantaba: comer cangrejos. Abrimos este restaurante como una propuesta donde los clientes se sintieran seguros, parte de él, como socios”, explica.
Dejar un cargo en la televisión para lanzarse a abrir un negocio propio, cuyos riesgos de perder una fuerte inversión eran altos, bien lo sabía Jennifer, pero de todos modos lo hizo, porque enfatiza, frenar un sueño por temor a lo que se venga nunca estuvo en su lista de opciones.
A los cuatro meses de abrir su restaurante tuvo un segundo reto: ser la única propietaria del negocio y echarse más responsabilidad para sostenerlo todo. Su mejor amigo y socio tuvo que renunciar a la alianza y; ella, una vez más, tomó las riendas del proyecto y siguió adelante.
Para este año, Jennifer planea abrir una sucursal en la ciudad. Es que el trabajo en equipo y, tras comprender que su labor, el de servir cangrejos, ayuda a la unión familiar, a la de amigos y parejas, la motivan a seguir cumpliendo sus sueños.
“Tras la cuarentena comprendí mejor que cuando se trabaja en equipo todo funciona y hay lindos resultados. Y aplica para todas la instancias de la vida, el trabajo, los amigos, la familia, la comunidad”.