
El centro de Guayaquil pierde espacio ante el avance del consumo de droga
La presencia de gente inhalando o fumando sustancias se ha normalizado en calles como Pío Montúfar
El olor a licor y pegamento flota en el aire antes de que se vea la escena. Basta caminar por la calle Juan Pío Montúfar para sentir que Guayaquil tiene su propia zona rota, como las más golpeadas por la droga en Filadelfia o San Francisco, en Estados Unidos. Aquí los cuerpos no se encorvan como los del fentanilo, pero los ojos perdidos, los pasos erráticos y las conversaciones al vacío dibujan una realidad igual de cruda.
A comienzos de mes, un video encendió las alarmas. Grabado por una cámara vehicular en la esquina de Pío Montúfar y Ayacucho, afuera de la antigua maternidad Enrique Sotomayor -hoy Hospital Bicentenario-, mostraba a una mujer de sombrero grande y falda larga lanzando un objeto contra una furgoneta.
El vidrio se rompió en pedazos y ella, sin medir consecuencias, se alejó refunfuñando sola, amargada. En X, el usuario @Ivanchoazul escribió: “Es una señora consumidora de drogas, se hace pasar por cristiana y vende cosas usadas en la Pío Montúfar. Ese día le tiraba cosas a todo carro que pasaba”.
La escena sorprendía a pocos. Durante un recorrido de EXPRESO por la zona la última semana, se observó que el consumo de sustancias sujetas a fiscalización se da a plena vista.
En una silla metálica plegable, un hombre ya entrado en años sostiene un vasito blanco y ‘habla’ sin emitir sonido frente a un poste. De rato en rato se sirve un trago transparente. El primer sorbo lo hace reír; el segundo, callar. La lucidez le dura cada vez menos.

Metros más adelante, tres hombres ‘comparten’ el suelo bajo un edificio. Un polvito blanco protagoniza el momento: uno lo prepara, otro esnifa y el tercero espera su turno. Un perrito, su compañía fiel, se echa a dormir a su lado, ajeno al movimiento del resto. Nadie los mira. Los transeúntes pasan sin voltear. La costumbre ya opacó el asombro.
Calles de Guayaquil: Cachinería y drogadicción
Entre el humo y los murmullos, la calle se convierte en punto de encuentro para quienes viven del rebusque. En las esquinas y lotes baldíos hay cachinería. Los recicladores -muchos también consumidores- recorren con sus sacos al hombro, atraídos por los desechos que dejan los vendedores informales. Para ellos, aquel caos es una mina.
Pero los locales siguen abriendo sus puertas. En la panadería de la esquina con Colón, el olor a pan caliente se mezcla con el de la calle. Su dueño dice sin dudar: “Aquí todo pasa tranquilo. En esta calle sí hay consumidores, pero no son problema”.
Raúl Sánchez, que trabaja en un local de metales de la zona, coincide: “Todos (los adictos) son tranquilos. No todos son del barrio, pero hacen su trabajo como recicladores y se van. Algunos se quedan dormidos afuera de los locales, pero cuando abrimos los levantamos y se van. Gracias a Dios no hay mucho problema”.
Pocos compradores se dejan ver. En medio del ajetreo propio de esa zona comercial de Guayaquil, esquivan las cámaras de EXPRESO y apuran la compra para salir cuanto antes del lugar.
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La Pío Montúfar, a pocas cuadras del Malecón y del Municipio, ha sido intervenida recientemente para retirar los mercaditos informales, como ocurrió el 6 y 8 de octubre. Aunque estas acciones apuntan al orden comercial, el consumo de drogas en la zona sigue siendo evidente.
EXPRESO consultó a la sala de prensa del Municipio de Guayaquil sobre las acciones frente al consumo de drogas en la calle Pío Montúfar, pero hasta el cierre de esta edición no se obtuvo respuesta.
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