escuelas abandonadas
Escuela rural donde docentes enfrentan largas jornadas, bajos salarios y múltiples responsabilidades.ARCHIVO

Docentes rurales: enseñanza y vida precaria en Ecuador

El deterioro oculto de la educación rural: cae el número de docentes y crece la inestabilidad

En el periodo 2023-2024, más de 57.000 docentes ejercían en zonas rurales del país, según el Ministerio de Educación. De ellos, 36.000 tenían nombramiento, 21.000 trabajaban con contrato y 217 bajo otras modalidades. Para el ciclo 2024-2025, la cifra total cayó a cerca de 50.000. Aunque más de 24.500 conservan nombramiento, casi 19.000 tienen contratos y más de 6.500 laboran por horas. Esta reducción y precarización del empleo revela un deterioro estructural en el sistema educativo rural.

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Una crisis oculta tras cifras nacionales “positivas”

Este deterioro contrasta con la aparente estabilidad laboral a nivel nacional. Según el INEC, la tasa de empleo adecuado subió del 33,9% al 35,4% entre febrero de 2024 y 2025, sin variaciones significativas. Pero en el sector educativo rural, muchos docentes deben buscar trabajos paralelos o subsistir con sueldos bajos. Esta precariedad provoca agotamiento, rotación constante y afecta directamente el aprendizaje de miles de estudiantes. La estabilidad estadística no refleja la crisis silenciosa en las aulas rurales.

La realidad logística también es un factor crucial que afecta el desempeño docente. Eliana Muñoz, maestra en una escuela rural en la zona de Samborondón, describe cómo “todos venimos de otros cantones. Hay una compañera que viaja desde Durán, otros desde el suburbio de Guayaquil. Salen desde las 5:10 de la mañana para llegar a tiempo a clases”. Esta extensa y complicada movilidad impacta su energía y la continuidad pedagógica.

Eliana debe complementar sus ingresos debido a los salarios limitados. “Yo me dedico al comercio virtual. Vendo cosas por redes y coordino entregas con mis hijos, porque tengo que cubrir gastos como la alícuota, servicios básicos y apoyar a una hija que está sin trabajo”. Sus colegas, aunque no cuentan con trabajos adicionales, enfrentan numerosos gastos que ponen en jaque su estabilidad económica.

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La docente comenta cómo la falta de apoyo institucional agrava la situación: “No contamos con recursos suficientes para materiales didácticos ni espacios adecuados para actividades extracurriculares. Esto limita mucho las metodologías que podemos aplicar y afecta la motivación tanto de los estudiantes como de los docentes”. Para ella, estas carencias suman otra dificultad en un entorno donde ya se lucha contra la distancia y la inestabilidad laboral.

EXPRESO intentó contactar al jefe de Distrito de Educación vía telefónica y por mensajes de WhatsApp para dialogar sobre esta novedad, pero no respondió.

Además, la escasez de personal obliga a los docentes a cubrir múltiples grados, generando una carga adicional. “Tengo cuarto y sexto año, que son subniveles distintos. Somos profesores pulpo, mínimo con dos años a cargo. Si falta alguien, repartimos sus estudiantes, y eso genera incomodidad entre docentes y padres”, lamenta Eliana. Esta situación compromete la calidad educativa y el bienestar del personal.

Desde una perspectiva psicológica, la situación laboral inestable afecta el compromiso profesional. La psicóloga Carolina Mosquera señala que “cuando un docente no tiene un contrato estable, su sentido de pertenencia con la comunidad educativa se ve afectado”. Esto limita la planificación a largo plazo, generando una enseñanza fragmentada e improvisada.

Sin recursos ni apoyo institucional

Mosquera también enfatiza el desgaste físico y emocional derivado de las condiciones logísticas. “Las largas distancias, caminos en mal estado y falta de transporte seguro aumentan el agotamiento físico y reducen el tiempo para preparar clases o atender necesidades individuales del alumnado”. Esta realidad incrementa la desmotivación y el aislamiento del docente rural.

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Finalmente, la falta de servicios básicos e infraestructura en muchas escuelas rurales agrava la situación. “Cuando una escuela no tiene agua potable, electricidad o espacios adecuados, el docente trabaja en condiciones indignas”, afirma Mosquera. Esto impacta su autoestima profesional y genera frustración, afectando el compromiso con el aprendizaje de los estudiantes.

Para la especialista, mejorar las condiciones laborales, logísticas e infraestructurales es clave para garantizar una educación rural de calidad y la permanencia del personal docente. Sin estas mejoras, la brecha educativa entre zonas urbanas y rurales seguirá aumentando, limitando el futuro de miles de niños y jóvenes en el país, y profundizando la desigualdad social a largo plazo.

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